Hay debates cotidianos que parecen inofensivos, incluso banales, pero que esconden un impacto sorprendente sobre la salud. Uno de ellos es el de la ducha: ¿mejor empezar el día bajo el agua o acabarlo? El cardiólogo Aurelio Rojas, conocido en redes por sus explicaciones claras y basadas en evidencia, ha arrojado luz a la cuestión con una respuesta que no deja lugar a dudas: la ducha ganadora es la nocturna. El cardiólogo asegura que la ducha nocturna es mucho más que una cuestión de higiene: es un hábito que puede cambiar la manera en que dormimos e incluso cómo envejecemos. Te explicamos por qué ocurre y a qué hora se obtienen los mayores beneficios con la ducha.

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¿Por qué ducharse por la noche es lo más saludable?

No se trata solo de una sensación de limpieza antes de ir a la cama. La ciencia ha demostrado que una ducha con agua caliente o tibia (entre 40 y 42,5 °C), tomada entre 1 y 2 horas antes de dormir, es capaz de mejorar la calidad del descanso de manera notable.

Esto no es opinión personal del doctor Rojas ni un consejo de sabiduría popular: se basa en un metaanálisis publicado en Sleep Medicine Reviews, que analizó 17 estudios. Las conclusiones son claras: la ducha nocturna ayuda a dormirse más rápido, mantener un sueño más profundo y reducir los microdespertares. Todo junto, una receta casi mágica (pero científica) para un descanso de verdad.

¿Qué pasa dentro del cuerpo cuando nos duchamos con agua caliente?

La clave está en la termorregulación. Después de una ducha caliente, los vasos sanguíneos de la piel se dilatan y eso facilita la liberación de calor del cuerpo. ¿El resultado? La temperatura central del cuerpo baja ligeramente, y esta bajada es la señal biológica que activa la producción de melatonina, la hormona que regula el ritmo circadiano. Dicho de otra manera: es el mensaje natural que el cuerpo envía al cerebro diciéndole “es hora de descansar”. Además, este proceso ayuda a contrarrestar los niveles de cortisol, la hormona del estrés, favoreciendo un estado de calma y predisposición al sueño.

Como cardiólogo, Rojas insiste en el vínculo entre descanso y salud cardiovascular. Las noches cortas o de mala calidad se asocian a un mayor riesgo de sufrir hipertensión, arritmias, diabetes e incluso deterioro cognitivo. La ducha nocturna se convierte, pues, en una herramienta sencilla para reducir riesgos a largo plazo. Los resultados del estudio son contundentes: cuando nos duchamos por la noche...

  • Tardamos un 36% menos en dormirnos en comparación con ir a la cama sin ducharnos.
  • El sueño es de más calidad: menos ratos despiertos durante la noche.
  • Más sueño profundo: la fase que repara tejidos, fortalece la memoria y estimula la regeneración celular.

Y aquí viene la parte que muchos olvidan: dormir bien no es solo no tener sueño por la mañana. Es proteger el sistema inmune, mejorar el rendimiento cerebral e incluso frenar el envejecimiento celular. En palabras del doctor Rojas: “La ducha nocturna es un hábito de higiene, sí, pero también es un hábito para vivir más y mejor”.

¿A qué hora exactamente conviene ducharnos?

El truco está en el timing: no sirve ducharse e irse inmediatamente a la cama. Lo que recomienda la ciencia es hacerlo entre 60 y 120 minutos antes de dormir. Este margen permite que el cuerpo haga su proceso de descenso térmico y llegue a la cama en el momento óptimo para iniciar el descanso profundo.

En un mundo donde a menudo se buscan soluciones complicadas (pastillas para dormir, técnicas de meditación, gadgets que prometen milagros), sorprende comprobar que una acción tan cotidiana como ducharse puede tener un efecto tan relevante. No hace falta prácticamente nada más que agua, tiempo y constancia.