Tal día como hoy del año 1977, hace 40 años, Adolfo Suárez juraba el cargo de presidente del Gobierno de España. Veinte días antes –el 15 de junio– se habían celebrado las primeras elecciones libres desde 1936 que, en el conjunto del Estado español, habían dado el triunfo a la UCD que lideraba Adolfo Suárez. En aquellos comicios la formación centrista obtuvo más de seis millones de votos (el 35%); seguida del PSOE de Felipe González que reunió más de cinco millones de apoyos (el 30%). A una distancia considerable quedarían el PCE de Santiago Carrillo con un millón setecientos mil votos (el 9%) y la Alianza Popular de Manuel Fraga con un millón y medio de apoyos (el 8%).

Los 166 diputados de la UCD –sobre un total de 350 congresistas– resultaban insuficientes para gobernar con comodidad. A partir de los resultados electorales se harían necesarias alianzas parlamentarias puntuales que tendrían que permitir gobernar al partido de Suárez. Y en aquel contexto aparecieron –después de 40 años de dictadura y de clandestinidad– los partidos nacionalistas denominados periféricos. Después de cuatro décadas de prohibición y de persecución, el vasquismo y el catalanismo pasaban a tener un papel activo en la política española. Los apoyos parlamentarios que prestaron estarían condicionados a la plena recuperación de los respectivos estatutos de autonomía

Aquellos primeros pasos del primer gobierno democrático y las alianzas parlamentarias que tejió explican en gran medida la gran diferencia de contenido entre aquellos dos primeros estatutos. Al margen del fenómeno de la violencia que podía condicionar la negociación, el PNV tenía una posición dominante en el panorama político vasco. Una posición reforzada por el hecho de que, en Euskadi, nadie ponía en duda la necesidad de recuperar el sistema foral. En Catalunya, en cambio, el autonomismo político estaba muy fragmentado, y Convergència todavía no había asumido el papel dominante que ejercería posteriormente, durante las décadas de los ochenta y de los noventa del siglo pasado.

A todo ello hay que añadir que el Partido Socialista de Catalunya-PSOE –que había sido la fuerza más votada en aquellos comicios en Catalunya– rápidamente se desmarcaría del bloque político que reivindicaba un concierto económico. El PSC-PSOE cedería a las presiones de sus cuadros dirigentes de Madrid que en ningún caso eran partidarios de un autogobierno más allá de la cuestión administrativa. Los socialistas catalanes, especialmente Eduardo Martín Toval muy próximo a Alfonso Guerra, dinamitaron toda posibilidad de consenso en la cuestión fiscal y se entregaron –en cuerpo y alma– a la empresa política española, renunciando al proyecto de un autogobierno en plenitud.