Tal día como hoy del año 1810, hace 215 años, en la isla de León (Andalucía, España), nacía Francisco Serrano y Domínguez, que en el transcurso de su vida sería general del ejército español, ministro de guerra, amante de la reina Isabel II y presidente del Gobierno de España. Serrano era hijo y nieto de oficiales militares del ejército español, de ideología liberal, y siguió la tradición familiar. En 1822 ingresó en el ejército; entre 1833 y 1840 participó en la I Guerra Carlista y ascendió, por méritos de guerra, al grado de general; y en 1843, con tan solo 33 años, el general Espartero (regente de España) lo nombraba ministro de guerra.
Desde su cartera ministerial tuvo acceso al máximo poder del Estado, y lo aprovechó para forjar una relación sentimental con la reina Isabel II (1846-1848). Durante esa etapa, la reina (16 años) se refería públicamente a Serrano (36 años) como el “general bonito”. Ello no sería un impedimento para que, más adelante, Serrano se convirtiera uno de los tres pilares de la Revolución Gloriosa (1868), que destronó y expatrió a la reina Isabel II y a su “camarilla del bolsillo secreto”. En aquella época participaba plenamente de la idea de Prim: “Los Borbones eran el mayor impedimento a la modernización y a la democratización de España”.
Durante esta etapa (entre la Revolución Gloriosa, 1868 y la proclamación de la I República, 1873), fue, con los generales Prim y Topete, uno de los tres personajes más poderosos de la España del momento. Fue regente de España (entre el destronamiento de Isabel II, 1868; y la coronación de Amadeo I, 1871; y poco después de la renuncia del rey Saboya, 1873; y antes de la proclamación de la I República, 1873). Durante la etapa republicana desapareció de la escena política y, más tarde, con la restauración borbónica (1874), evolucionó hacia posiciones conservadoras y fue el jefe del movimiento colonialista y antiabolicionista Cuba Española.
