Tal día como hoy del año 1777, hace 246 años, en Ajaccio (isla de Córcega, que hacía pocos años que había sido incorporada al reino de Francia), nacía María Ana Bonaparte, hermana pequeña de Napoleón Bonaparte, más tarde (1804) emperador de los franceses. María Ana, que de mayor fue renombrada Elisa —en honor a Elisa de Tiro, fundadora y primera reina de Cartago en la antigüedad—, fue casada con Felice Bacciocchi (1797), amigo de la familia Bonaparte y posteriormente oficial del ejército imperial francés en la península italiana. Cuando se separó de su esposo, Napoleón la nombró reina de Etruria (marzo, 1809), un estado títere del Imperio francés creado sobre el antiguo y conquistado ducado independiente de Toscana.

Napoleón había prometido este título —que estaba vacante desde la conquista francesa de Toscana, 1801— al rey Fernando VII de España. Había sido durante la Conferencia de Bayona (mayo, 1808) que Fernando VII había vendido la corona española a Napoleón a cambio de una pensión anual y vitalicia de 4.000.000 de francos franceses, la corona de Etruria y el compromiso de encontrarle una esposa. Fernando de Borbón, que había imaginado un reinado placentero en la civilizada y ordenada Toscana, esperó infructuosamente en Valençay (Francia), desde donde enviaba cartas a Napoleón —lo felicitaba por sus éxitos militares en España y le recordaba el pacto de Bayona—, que serían el hazmerreír de la cancillería de París —el emperador las leía en voz alta delante de sus colaboradores.

Según algunos investigadores, los Bonaparte de Napoleón eran descendientes de los Bonapart de origen mallorquín, que habían vivido en Córcega a principios del siglo XV —durante la última etapa de dominación catalana de la isla— como representantes de la cancillería barcelonesa. Según los mismos investigadores, después de que se produjera la conquista genovesa de la isla y la ejecución del gobernador catalanoaragonés Vicentello de Istria (1434) y que el conde rey Alfonso el Magnánimo abandonara el partido procatalán de Córcega a su suerte, los Bonapart se habían exiliado durante dos generaciones al ducado independiente de Toscana, y allí se habían cambiado el apellido —de Bonapart a Bonaparte— para poder volver a Córcega sin levantar sospechas.