Tal día como hoy del año 1588, en Blois (entonces provincia del Orleanesado, del reino de Francia, y actualmente departamento Loir y Cher, de la República Francesa), moría asesinato Enrique de Guisa, que era uno de los principales líderes de los bandos en el conflicto de las Guerras de Religión francesas (1562-1598). En ese momento, la decrépita estirpe real de los Valois se debatía por su supervivencia y, mientras tanto, el reino se desangraba en una terrorífica guerra civil disfrazada de conflicto religioso, que enfrentaba al partido católico —liderado por Enrique de Guisa, y que agrupaba a la aristocracia nobiliaria y las jerarquías eclesiásticas— con el partido calvinista o hugonote —liderado por Enrique de Borbón, y que concentraba a las clases mercantiles urbanas.

Enrique era descendente directo de Juan I de Catalunya-Aragón (1350-1398) y de su hija primogénita, Violante de Aragón (1381-1442), una de personas políticamente más brillantes de su época. Solo esa ley no escrita, que impedía a las mujeres ocupar el trono de Barcelona como reinas titulares, no le permitiría hacer valer sus derechos sucesorios. Cuando murió su padre, Juan I (1398), los poderes catalanes coronaron a Martín, el hermano pequeño del difunto rey, que se revelaría como un personaje pusilánime y de una capacidad política nula. Violante, en cambio, casada con Luis de Provenza, sería quien fabricaría el mito de Juana de Arco, que cambiaría el curso de la Guerra de los Cien Años (1337-1453) a favor del eje Valois-Anjou-Armagnac, y en contra del eje Lancaster-Borgoña.

Guisa se convirtió en un contrapoder que amenazaba con destronar a Enrique III, quien sería el último monarca francés de la estirpe Valois. El rey le había prohibido entrar en París, pero Guisa le hizo caso omiso y situó a su ejército a las puertas del Louvre, lo que obligó a la Corona a tomar partido en el conflicto a favor de los católicos (15 de julio de 1588). Con ese golpe de estado, Guisa se proclamaba heredero en la corona. Poco después, el rey convocó cortes generales en Blois, a 180 kilómetros al suroeste de París. Una vez iniciadas las cortes —con la participación de todos los líderes de las facciones en conflicto—, el rey Enrique III y la reina-madre, Catalina de Médici, ordenaron el asesinato de Enrique de Guisa, de su hermano, el cardenal Guisa, y de sus parientes más relevantes.