Tal día como hoy del año 771, hace 1.252 años, en la villa de Samoussy (a veinte kilómetros al norte de Reims, y en aquella época una plaza del reino de los francos), moría Carlomán, segundo hijo superviviente de los reyes francos Pipí —llamado el Breve— y Berta —llamada del Pie Grande—; y que desde la muerte de su progenitor (24 de septiembre de 768) correinaba la monarquía franca conjuntamente con su hermano mayor Carlomagno. Este régimen de reyes asociados era una característica habitual en el mundo de tradición germánica, que tenía su origen en un pasado de monarquías electivas. Después de la muerte de Carlomán, el trono quedó en manos, exclusivamente, de Carlomagno.

Carlomán (Laon, 751) y Carlomagno (Laon, 742) eran nietos de Carlos Martell, fundador de la estirpe carolingia y el artífice de la extraordinaria victoria de los francos sobre los árabes en Poitiers (732) que detuvo la progresión del islam por Europa. Los dos hermanos heredaron un gran dominio que abarcaba la práctica totalidad de los territorios actuales de Francia (excepto Bretaña), de Bélgica, de los Países Bajos, de Suiza y de la mitad oeste de Alemania. También heredaron el dominio sobre el extremo norte de la antigua provincia hispanovisigótica de la Narbonense, que sería la plataforma de conquista y creación de los condados carolingios catalanes.

Carlomagno imprimió un ritmo trepidante en la ampliación de las marcas fronterizas del reino de los francos (Marca Gótica, Marca Danesa, Marca Soraba y Marca Panónica). En el caso de las marcas meridionales, con un resultado desigual. Mientras que la Marca Hispánica no pasó nunca de la categoría de proyecto político (el fracaso en la operación de conquista de Pamplona y de Zaragoza, año 778, la condenó a morir en un cajón casi antes de nacer), amplió y consolidó la Marca de Gotia hasta más allá de los Pirineos (antigua provincia hispanovisigótica de la Tarraconense). Conquistó Elna (778); Girona, Besalú, Llívia y Urgell (785); y Barcelona (801).