Tal día como hoy del año 1938, hace 87 años, en Málaga y en el contexto de la guerra civil española (1936-1939), moría en extrañas circunstancias el general Miguel Cabanellas Ferrer, que había sido presidente de la Junta de Defensa Nacional (el gobierno de los militares golpistas) y que, en aquel momento, era Inspector General del Ejército. Cabanellas, nacido en Cartagena en 1872 en una familia de tradición militar, había desarrollado su carrera en los campos de batalla de Cuba (durante la Tercera Guerra de la Independencia,1895-1898) y de Marruecos (durante la Segunda y Tercera Guerra de África, 1909-1911 y 1921-1924).
En 1930, durante el régimen dictatorial de Alfonso XIII y de Primo de Rivera (1923-1930/31) habría participado en una conspiración contra la monarquía, que se habría saldado con el fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández. En cambio, poco después, durante la Segunda República (1931-1939) habría sido diputado de la coalición involucionista y antirrepublicana CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), y entre junio y julio de 1936 (después del triunfo electoral de las izquierdas y de la amnistía al gobierno de Catalunya encarcelado por los Fets d'Octubre de 1934), habría participado en los preparativos del golpe de Estado militar que conduciría a la Guerra Civil.
Pero Cabanellas pasaría a la historia por dos hechos. El 7 de agosto de 1936, restauraría la bandera monárquica española, popularmente denominada "rojigualda", creada por el rey Carlos III (siglo XVIII) y que había estado vigente hasta la proclamación de la Segunda República (1931). En las zonas ocupadas por los rebeldes, la rojigualda suplantaría la tricolor republicana. También, aprovechando el clima nacionalista que imperaba en el movimiento golpista, introdujo el águila de San Juan o de los Reyes Católicos, que pasaría a presidir el escudo de España situado en el centro de la bandera. En los Països Catalans, esta águila ha sido popularmente denominada "pollo".
Y, en segundo lugar, pasaría a la historia porque el 21 de septiembre de 1936, en una reunión de la Junta de Defensa Nacional —y como presidente de dicho organismo— se opuso a la unificación del mando militar rebelde y, sobre todo, a la elección del general Franco como comandante en jefe de la rebelión. El general Cabanellas, que había sido su superior en el Rif, proclamaría: “Ustedes no saben lo que han hecho (…) porque no le conocen como yo, que lo tuve a mis órdenes en el ejército de África (…) Si ustedes le dan España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie lo sustituya en la guerra o después de ella, hasta su muerte”.