Tal día como hoy del año 1817, hace 203 años, en el marco de las revoluciones y guerras de la independencia americanas, las tropas coloniales españolas —comandadas por los generales Aldama y Morales— entraban en la ciudad de Barcelona (actualmente República de Venezuela). Cuando se produjo el ataque del ejército realista español, la población civil, partidaria de la independencia de la que más tarde (1823) sería la República de la Gran Colombia, se refugió en la Casa Fuerte, nombre que era la adaptación castellana de la forma tradicional catalana, especialmente en las planas centrales y occidentales del país, casa forta, referida a un edificio urbano fortificado.

Nueva Barcelona del Cerro Santo —nombre originario de la ciudad— había sido fundada el año 1638 por Joan Orpí i del Pou, nacido en Piera (Anoia) el año 1593. En 1621, Orpí había intentado pasar a América desde Sevilla, pero las autoridades hispánicas se lo habían impedido por su condición de catalán (en aquel momento la crisis política entre Catalunya y la monarquía de Felipe IV estaba en plena espiral de crecimiento). Finalmente, Orpí conseguiría pasar al nuevo continente con el nombre falso de Gregorio Izquierdo. Una vez estuvo en la gobernación de Tierra Firme (franja costera de las actuales Colombia y Venezuela), su nombre aparece con la forma castellanizada Juan Urpín.

Una vez en América dirigió la colonización de un territorio extremo —situado en el margen izquierdo del río Orinoco— que se disputaban la monarquía hispánica y los Países Bajos. Le puso de nombre de Nueva Cataluña, pero el gobernador hispánico Ruy Fernández de Fuenmayor se lo prohibió, e integró aquel territorio en la gobernación de Nueva Andalucía. Cuando eso pasó, Catalunya ya se había independizado de la monarquía hispánica (1641). Durante el periodo coincidente con la crisis, revolución y guerra de los Segadores (1635-1652), Orpí se vio obligado a defender judicialmente sus derechos, contra la administración hispánica de Tierra Firme.

En el asalto de 1817, las tropas realistas hispánicas vencieron las resistencias locales, accedieron al interior de la Casa Fuerte, y pasaron a cuchillo a los 1.200 habitantes de Nueva Barcelona. Entre los muertos había varias familias de origen mallorquín. Poco después se produjeron masacres similares en pequeñas ciudades del distrito de lo que, en su momento, había sido el territorio de Nueva Cataluña.