Tal día como hoy del año 1094, hace 927 años, las tropas del señor de la guerra castellano Rodrigo Díaz de Vivar conquistaban la ciudad árabe de Balansiya (actual València). A partir de aquel hecho se autoproclamó príncipe (hombre principal) de València, y se autonombró Cid (una forma castellanizada del sidi árabe, que significa 'señor'). El dominio de Díaz de Vivar y de sus descendientes sobre València y su territorio inmediato (la Horta) se prolongaría hasta el año 1102. Durante este periodo (1094-1102), Díaz de Vivar murió (1099) y su viuda confió la defensa del dominio a su yerno Ramon Berenguer III —conde independiente de Barcelona— y al rey Alfonso VI de León. Fue precisamente el abandono del leonés lo que precipitó la caída de la ciudad en manos de los almorávides (05/05/1102) y el fin del dominio valenciano del Cid.

Díaz de Vivar se había convertido en uno de los grandes señores de la guerra del siglo XI peninsular. Estos personajes dirigían una hueste propia y combatían por el mejor postor. Díaz de Vivar —como otros señores de la guerra peninsulares o continentales— había combatido tanto al lado de los ejércitos cristianos como musulmanes. La campaña de València (1092-1094) la emprendió por iniciativa propia, y una vez culminada, se erigió en señor independiente del nuevo dominio. No obstante, durante aquella etapa (1094-1102), la composición cultural y religiosa de València no se vio alterada. Díaz de Vivar no tuvo tiempo de organizar y promover ningún tipo de colonización cristiana, con lo cual la lengua de la ciudad y del territorio siguió siendo un dialecto local del árabe, y la religión de su dominio siguió siendo la musulmana.

Sin embargo, Díaz de Vivar habría previsto proyectar su dominio hacia el futuro. Y emprendió una política de negociaciones matrimoniales que enlazaron a su hija María con Ramón Berenguer III, conde independiente de Barcelona; y a su hija Cristina con Ramiro Sánchez, infante de la casa real de Navarra. Del enlace con el barcelonés nacerían dos hijas, pero la prematura muerte de María conduciría a Ramón Berenguer a un segundo matrimonio que engendraría al heredero Ramón Berenguer IV. En cambio, del matrimonio de Cristina y el navarro nacería un hijo que, después de una rocambolesca sucesión de hechos, acabaría sentado en el trono de Pamplona. Precisamente Jaime I (1229) argumentaría sus derechos sobre València amparándose en el parentesco lejano que lo unía a las hermanastras de su bisabuelo Ramón Berenguer IV, nietas de Díaz de Vivar.