Tal día como hoy del año 1939, hace 81 años, un tribunal militar franquista condenaba a muerte a Carles Flix Morera, que había sido una de las máximas figuras europeas del boxeo y un mito del deporte en Catalunya. Carles Flix, nacido en la antigua vila de Gràcia en 1907, había sido campeón de la categoría de peso gallo de España en 1928, y de Europa en 1929. Las fuentes de la época destacan su estilo sobrio pero elegante. Desde que había ganado el título europeo, no había sido nunca derrotado por KO, sino que sus rivales sólo lo habían podido destronar por el cómputo de puntos al final de cada combate.

Aunque algunas fuentes fechan su muerte el 4 de febrero de 1939 (Real Academia Española de Historia, Wikipedia), la prensa de la época (La Vanguardia Española, edición del 05/03/1939) revela que Carles Flix fue condenado a muerte el 4 de marzo de 1939 y fusilado al Campo de la Bota al día siguiente. Otras fuentes revelan que cuando sus verdugos lo situaron en el "paredón", Carles Flix ya estaba prácticamente muerto: desde que había sido detenido (12 de febrero de 1939) lo habían sometido a un brutal interrogatorio y a una salvaje tortura, que lo había desfigurado totalmente.

La Vanguardia Española titulaba: "Justicia en la España Nacional" y relataba: "Ha sido condenado a la pena de muerte Carlos Flix Morera, individualizo de ideología marxista, que, durante el período de dominación encarnada, actuó en el servicio de laso chekas (...) como interrogador (...) se aprovechaba de sus facultadas físicas para maltratar a los detenidos". Pero, en cambio, la práctica totalidad de la investigación historiográfica destaca que Carles Flix nunca manifestó ningún tipo de ideología. El año 1936 se había retirado de la competición y se dedicaba, exclusivamente, a entrenar futuros púgiles.

También esta investigación revela que los dirigentes de la CNT-FAI le quisieron requisar su vehículo, un Ford de gama adquirido con los ingresos que había obtenido durante su etapa profesional. Y que, para evitar esta requisa, Carles Flix habría aceptado transportar las pagas de los milicianos que combatían al frente de guerra. Otras fuentes señalan que a un enemigo personal y destacado falangista de Barcelona lo habría acusado falsamente de los delitos que le imputó el consejo de guerra franquista; y, incluso, habría tomado parte activa en el interrogatorio y las torturas.