Tal día como hoy del año 1887, hace 134 años, moría en Barcelona la escritora Maria Josepa Massanés i Dalmau, considerada la primera poeta en lengua catalana después del largo periodo denominado Decadencia (entre la prohibición borbónica del uso público del catalán de 1714 y el surgimiento de la Renaixença cultural en 1833). A finales de la década de 1840 escribió y publicó varios poemas en catalán; y a mediados de la década de 1850 su producción y su nombre ya eran muy conocidos en el panorama literario catalán: el año 1858 Antoni de Bofarull la incluyó en una antología de escritores catalanes del momento llamada “Los trobadors nous”. Entre sus poemas más conocidos destacan “La roja barretina catalana” i “La batuda de les olives”.

Maria Josepa Massanés había nacido en Tarragona el 19 de marzo de 1811, pocos meses antes del asalto napoleónico (29 de junio de 1811) que marcaría un antes y un después en la historia de la ciudad. Maria Josepa y su madre Antònia serían de los pocos supervivientes de aquella terrible masacre (su padre estaba en Barcelona) que costó la vida de las tres cuartas partes de la población de la ciudad. Pasados cinco años y pico (1817) su madre murió y Maria Josepa tenía que quedar a cargo de su padre —Antoni, ingeniero militar y figura ausente— que, en 1827, sería encarcelado por el régimen absolutista del rey Fernando VII a causa de su ideología liberal. Pero, finalmente, Maria Josepa pasó a vivir con los abuelos paternos.

Educada e instruida —incluso por encima de las posibilidades que la sociedad de la época ofrecía a las mujeres— muy pronto cultivó la literatura, pero su producción estaría muy alejada del romanticismo —el movimiento literario dominante en la época. Cultivó una temática revolucionaria que reivindicaba el papel de las mujeres en la sociedad en pie de igualdad con los hombres. Después de una larga estancia en Castilla —acompañante su marido, de profesión militar, en los diversos destinos que tuvo—, se estableció en Catalunya y abandonó el cultivo de poesía en lengua castellana para dedicar su producción, exclusivamente, a la lengua catalana. Se la considera una de las figuras más destacadas de la Renaixença.