Tal día como hoy del año 1603, hace 417 años, moría en Barcelona Joan Terés i Borrull, que en el transcurso de los últimos años de su vida había sido arzobispo de Tarragona (máxima autoridad eclesiástica de Catalunya), virrey hispánico en Catalunya y consejero personal del rey hispánico Felipe III. La historiografía oficial afirma que Terés, nacido en Verdú (Urgell) el año 1538, procedía de una familia muy humilde. Sin embargo, su fulgurante progresión eclesiástica y política apunta lo contrario, y lo situaría en un entorno familiar, social y económico de cierta relevancia, muy relacionado con el bandolerismo nyerro (señorial), que habría propulsado y apadrinado su carrera.

Efectivamente, Terés fue —simultáneamente— arzobispo, virrey y jefe político del partido nyerro, y es una de las figuras que más y mejor ilustran el alcance del fenómeno bandolero: una guerra civil soterrada que enfrentaba a los barones feudales arruinados después de las revoluciones remensas (finales del siglo XV) y sus redes clientelares, con las pujantes clases mercantiles surgidas de la recuperación económica (siglo XVI). Terés o el obispo Robuster —jefe eclesiástico de la diócesis de Vic y jefe político del partido cadell (gremial)— ponen de relieve que el fenómeno bandolero catalán estaba dirigido desde las más altas instancias del poder del país.

Terés sería una figura cultural muy relevante de su época. Combatió el intento de introducir el castellano en Catalunya a través de los oficios religiosos. No tan sólo abortó aquel intento —urdido por la monarquía y la Inquisición hispánicas—, sino que, también, ordenó la expulsión de los religiosos que habían sido enviados a Catalunya con aquel propósito. También, durante las Cortes de 1599, se enfrentó con el virrey hispánico en Catalunya —su predecesor Lorenzo Suárez de Figueroa y Córdoba, duque de Feria— un fanfarrón que se quería construir una carrera enfrentándose con las instituciones catalanas. Terés consiguió que Felipe III lo cesara y lo apartara de la carrera política.