Tal día como hoy del año 1882, hace 135 años, Francesc Rius i Taulet —alcalde de Barcelona— inauguraba el mercado de Sant Antoni, que desde el inicio sería el más grande de la ciudad. Sant Antoni completaba una red de mercados alimenticios formada por la Boqueria (1836), Santa Caterina (1847) y el Born (1876) situados para abastecer la totalidad de la trama urbana. Las últimas décadas del siglo XIX —coincidiendo con la fuerte expansión urbanística de la ciudad— serían las de máxima actividad constructiva de mercados. A la construcción del mercado de Sant Antoni, seguirían el de la Barceloneta (1884), el de la Concepció (1888), el de Hostafrancs (1888), el del Poble Nou (1889), el del Clot (1889), el Abaceria de Gràcia (1892) y el inicio de las obras de los de Sants (1892) y de Sarrià (1900).

La historia de los mercados de Barcelona se remonta a los inicios de la Edad Media. Las fuentes documentales revelan que durante la centuria del 800 se celebraban mercados alimenticios, de productos textiles y de utensilios agrícolas en espacios descubiertos próximos a las puertas de entrada a la ciudad. Pasados mil años, las medidas urbanistas e higienistas que se habían impuesto por todo Europa y la importancia creciente que había adquirido el sector tendero —desplazando de la cadena comercial al agricultor, el ganadero y el pescador— invitaban a construir estructuras que sedentarizaran la actividad de mercado. Barcelona se sumó a esta iniciativa y se convertiría en una de las pocas ciudades del mundo que acabaría disponiendo de un mercado alimenticio estable y cubierto prácticamente en cada uno de los barrios.

El mercado de Sant Antoni situado en la actual izquierda del Eixample, se construyó para dar servicio a una extensa zona que se estaba urbanizado a gran velocidad. Se proyectó como el mayor de la ciudad. Con 5.214 metros cuadrados de superficie —que con la reforma del 2007 se ampliarían a más de 15.000— ocupa la totalidad de una isla urbana formada por las calles Tamarit, Manso, Comte d'Urgell y Comte Borrell; y está dispuesto sobre el terreno en forma de cruz con cuatro cuerpos orientados hacia los chaflanes. Es una construcción metálica diseñada por el arquitecto Antoni Rovira Trias —el urbanista que había ganado el proyecto del Eixample que acabaría llevando a cabo Cerdà—​, y construido en la factoría de la Maquinista Terrestre y Marítima en el barrio de la Barceloneta.