Tal día como hoy del año 1714, hace 308 años, en Rastatt (entonces principado independiente de Baden y actualmente land de Baden-Württemberg, Alemania), Claude Louis de Villars, representante de Luis XIV, rey de Francia, y Eugenio de Saboya, representante de Carlos de Habsburgo, archiduque independiente de Austria, firmaban un tratado que culminaba los acuerdos previos de Utrecht (marzo-abril, 1713) y que ponía fin, definitivamente, al conflicto sucesorio hispánico (1701-1715). Después de Utrecht, las potencias de la alianza austriacista habían abandonado Catalunya y Mallorca (los únicos países austriacistas que resistirían la invasión borbónica francoespañola hasta el 1714 y 1715).

Pero no sería hasta la firma del tratado de Rastatt que la monarquía francesa y el conglomerado austro-alemán (las dos potencias que lideraban los respectivos bloques) resolverían los últimos detalles de su conflicto particular. En aquella negociación y acuerdo, Luis XIV de Francia siguió la misma estrategia que, un año antes, había utilizado en Utrecht: despojar a su nieto Felipe V de España para satisfacer las potencias aliadas austriacistas y confirmar su retirada del conflicto. En Utrecht, por ejemplo, había entregado el Asiento de Negros (la parte del león del negocio colonial hispánico) a una empresa privada de Londres dirigida por el primer ministro británico.

Y en Rastatt, el Borbón francés, con el silencio cómplice del Borbón español, cuarteó los territorios de la corona catalanoaragonesa. Catalunya, País Valencià, las Mallorques y Aragón quedaban para Felipe V. Pero, en cambio, Sicilia, que hacía 432 años que formaba parte del edificio político catalanoaragonés, fue entregada al ducado independiente de Saboya. Y Cerdeña que hacía 409 años y Nápoles que hacía 280 que pertenecían a la corona catalanoaragonesa fueron entregadas al archiducado independiente de Austria. Poco después (1718), Saboya y Austria intercambiarían aquellas posesiones: Cerdeña pasaría a manos de los piamonteses y Sicilia de los austríacos.