Tal día como hoy del año 1939, hace 86 años, en el Camp de la Bota —en Sant Adrià de Besòs—, un pelotón militar del régimen franquista español fusilaba a la maestra catalana Virgínia Amposta, profesora de párvulos de la Escola Nova Unificada de Viladecans. Virginia fue arrancada de su vivienda por un pelotón local de Falange Española de Sant Vicenç dels Horts, el mismo día en que el ejército golpista de Franco ocupaba el pueblo (25 de enero de 1939). Fue encarcelada y acusada, juzgada y condenada por divulgar entre sus alumnos "propaganda disolvente". Fue fusilada junto con su pareja, Adolf Casé.

Virgínia Amposta había nacido en 1903 en El Pinell de Brai (Terra Alta). Estudió Magisterio en Tarragona y fue destinada al Baix Llobregat. Al inicio del conflicto civil español (1936), tuvo un papel destacado en la revolución que se produjo en la retaguardia republicana catalana. Pero nunca tuvo ningún tipo de participación —ni directa ni indirecta— con la terrible oleada de asesinatos desatada por las Patrullas de Control de la CNT-FAI. Sino al contrario, su participación estuvo relacionada, estrictamente, con las juntas locales de abastecimientos de alimentos a la población y, especialmente, a la infancia.

No obstante, Virginia —como tantos miles de maestros— suponía una amenaza para el nuevo régimen nacionalcatólico franquista, que confiaba en perpetuarse con la práctica del adoctrinamiento de la sociedad y, especialmente, de las generaciones más jóvenes. Paradójicamente, Virginia, que formaba parte de la hornada de maestros catalanes que ejercían con los principios de la escuela moderna y progresista, creada en Europa e introducida en Catalunya por los pedagogos Francesc Ferrer i Guàrdia, Francesca Bonnemaison y Rosa Sensat, y que estimulaba el razonamiento y la opinión propia, sería acusada y asesinada por divulgar "propaganda disolvente".

Virgínia Amposta —como el malogrado maestro Antoni Benaiges, también asesinato por los falangistas en un pueblo de Castilla— fue una maestra que miraba al mar, el gran charco azul que guarda celosamente los grandes misterios del conocimiento. Y algunas de las experiencias didácticas con sus alumnos serían en la, por aquel entonces, solitaria playa de Viladecans. Tras su asesinato, el régimen franquista sustituiría su plaza con el maestro Benito Fernández Larrauri, un falangista forastero furibundamente anticatalán, que reintroduciría los modelos adoctrinadores y rancios del pasado y que desde la tarima de la escuela de Virginia podría divulgar toda la propaganda de su régimen.