Tal día como hoy del año 1759, hace 264 años, en Fort Niagara (entonces colonia de Nueva Francia y actualmente estado de Nueva York), se iniciaba una de las batallas más decisivas de la guerra de los Siete Años (1756-1763), que enfrentaba Francia, en aquel momento primera potencia mundial, y sus aliados (España, Rusia, Suecia, Austria y Piamonte) contra Gran Bretaña, que acabaría relevando a los franceses en el liderazgo, y las potencias atlánticas (Países Bajos, Portugal). Aquella guerra fue el primer conflicto de la historia que se desarrolló en dos continentes (Europa y América), y, por este motivo, algunos historiadores la han catalogado como la verdadera I Guerra Mundial.

La evolución de aquella guerra, en suelo americano, marca una primera etapa favorable a Francia (invasión francesa de las colonias británicas de Nueva York y de Massachusetts, 1756-1759), y una segunda etapa donde se invirtieron las dinámicas (invasión británica de las colonias francesas de Acadia y del Canadá, 1759-1763). Esta segunda etapa se inició después de la victoria británica en la batalla de Fort Niagara. Poco antes, el general Montcalm, comandante del Regimiento Royal-Catalan, formado exclusivamente con soldados norcatalanes, había desplazado sus efectivos alrededor de la ciudad de Quebec, para defender la capital del territorio.

Al inicio de la guerra, y mientras el Royal-Catalan estuvo situado a primera línea de fuego, los británicos no tuvieron ninguna opción. El regimiento catalán, fundado en 1659 (el año del tratado de los Pirineos), y las milicias del Quebec tuvieron un comportamiento extraordinario. Sin embargo, cuando los británicos consiguieron una alianza con las naciones indígenas iroquesas, la guerra dio un vuelco decisivo. Montcalm solicitó refuerzos en París, que no llegaron nunca. Y ordenó a los catalanes que se replegaran y defendieran las plazas más estratégicas. En Fort Niagara, los franceses, sin el Royal-Catalan, sufrieron la primera gran derrota. El general Pouchot no pudo resistir el empuje de las tropas del general británico Johnson, que ya no se detendrían hasta las murallas de Quebec.