Tal día como hoy del año 778, hace 1.245 años, en Luzaide (por entonces reino medieval vasco de Pamplona) se libraba la batalla de Orreaga o de Roncesvalles, que enfrentó a los ejércitos vasco y franco, y que se saldó con una estrepitosa derrota de las tropas de Carlomagno. En aquel enfrentamiento, los carolingios perdieron toda la retaguardia, formada por la élite militar del Imperio Carolingio. Tras la derrota de Orreaga, Carlomagno tuvo que renunciar al proyecto de Marca Hispánica (la creación de un cojín de seguridad entre el Ebro y los Pirineos, del Atlántico al Mediterráneo).

Carlomagno tuvo que conformarse con la progresión expansiva de la Marca de Gotia (en aquel momento, el arco mediterráneo entre las desembocaduras del Ródano, en el norte, y el Ter, en el sur) porque la población autóctona del extremo oriental de los Pirineos —a diferencia de los vascos— participaba plenamente de aquel proyecto. En los años sucesivos, el ejército carolingio y los magnates de la Marca de Gotia empujaron la expansión hasta Girona (785), Barcelona (801) e, incluso, se llegó —sin lograr la confirmación del dominio— a orillas del Ebro (804 y 809).

Según la investigación historiográfica, la batalla de Orreaga o Roncesvalles era la culminación de una serie de desacuerdos entre francos y vascos. Las cancillerías franca y navarra habrían pactado una campaña militar conjunta contra la provincia árabe de Zaragoza (el valle alto y medio del Ebro), gobernada por los Banu-Qasi (antiguos oligarcas hispanovisigodos que se habían arabizado e islamizado para conservar su estatus de poder). Pero cuando la operación estaba muy avanzada, los vascos firmaron una paz muy beneficiosa con los Banu-Qasi y se retiraron de la empresa.

Los francos intentaron, en solitario, la conquista de Zaragoza, pero aquella campaña se saldó con un fracaso. Carlomagno ordenó la retirada y al pasar por Pamplona, su ejército arrasó la ciudad. La respuesta vasca no se hizo esperar, y poco después, la retaguardia carolingia (los mandos del ejército) eran emboscados y masacrados. La Marca Hispánica no existió nunca, y este término desaparece de la documentación palatina hasta que, transcurridos ocho siglos, la cancillería de Luis XIV de Francia la recupera para explicar los acuerdos de protección mutua catalanofranceses (1640-1641).