Tal día como hoy del año 1557, hace 465 años, en Londres, moría Ana de Cleves, cuarta esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra y reina consorte entre el 6 de enero y 9 de julio de 1540. El 12 de octubre de 1537 había nacido el príncipe Eduardo, el único descendiente masculino de Enrique que lo sobreviviría. Pero la prematura muerte de la reina Jane Seymour (la antecesora de Ana de Cleves) a causa de una infección postparto (24 de octubre de 1537), y la precaria salud del heredero Eduardo, forzaron a Enrique a un nuevo matrimonio que pretendía asegurar el trono a la estirpe Tudor. Ana, que en el momento en que se negociaron las bodas tenía veinticinco años, fue elegida por Thomas Cromwell, mano derecha del rey, por su condición de hija de una casa luterana de los Países Bajos, pero nunca fue del agrado de Enrique, que entre su círculo privado la llamaba "la yegua de Flandes".

Los Cleves eran duques semiindependientes del estado de Berg, situado en el valle bajo del río Rin y adscrito al conglomerado político formado por el Imperio Romano Germánico (actualmente, land alemán de Renania-Palatinado). Ana, nacida en Dusseldorf en 1515, era hija de Beatriz de Cleves-Urgell; era nieta de Isabel de Urgell y de su marido el príncipe portugués Pedro de Avis; era bisnieta del conde Jaime de Urgell —candidato al trono catalanoaragonés derrotado en Caspe (1412)— y de su esposa Isabel de Aragón y de Fortià; y era tataranieta del conde-rey Pedro III y de su cuarta esposa Sibila de Fortià. Los Cleves habían sido, históricamente, muy próximos a la casa de Borgoña (condes independientes de Flandes) y, desde finales del siglo XV, a la casa de Habsburgo (que se habían convertido en los nuevos soberanos flamencos).

Pero los desprecios y las humillaciones de Maximiliano de Habsburgo (el marido de María, la última condesa Borgoña de Flandes, y consuegro del Trastámara Fernando el Católico), que los consideraba unos servidores poco fiables, los inclinó hacia el mundo luterano y hacia la rebelión alemana y neerlandesa contra los monarcas hispánicos y procatólicos Carlos de Gante y contra Felipe II. Cuando Thomas Cromwell se fijó en Ana, vio a una princesa con una larga tradición familiar nobiliaria, y muy bien relacionada con las potentísimas clases mercantiles luteranas de las provincias neerlandesas de Flandes. No obstante, la unión sólo duró siete meses, pero Ana supo conservar el respeto de su exmarido y el de las hijas de los anteriores matrimonios de Enrique (María I y Isabel I) en un escenario de extrema violencia contra los enemigos políticos de los Tudor.