Tal día como hoy del año 1151, hace 873 años, en Tudilén (actualmente un despoblado situado en la zona sur del antiguo reino de Navarra), Alfonso VII de León y Ramón Berenguer IV de Barcelona, los dos soberanos más poderosos de la Península, pactaban las respectivas zonas de expansión que, en el futuro, corresponderían a cada uno de los dominios que representaban. En aquel momento, los leoneses (Castilla formaba parte del reino leonés) ya habían alcanzado el valle del Tajo, sin embargo, los catalanes (Aragón estaba gobernada por Ramón Berenguer IV) solo habían conseguido llegar hasta el valle del Ebro.

Por este motivo, y también por la orientación claramente marítima que el Casal de Barcelona había imprimido, tradicionalmente, a su política expansiva, Alfonso VII se reservó los territorios entre el Tajo y el Guadiana (la actual región de la Mancha), el valle del Guadalquivir (la Baja Andalucía) y el reino nazarí de Granada. Mientras que Ramón Berenguer IV consiguió la práctica totalidad de la fachada levantina peninsular: los reinos musulmanes de València, de Dénia y de Murcia (con Cartagena pero sin Lorca) hasta Calabardina, al norte de la actual población de Águilas.

Un siglo más tarde (siglo XIII), Jaime I cedería las tierras al sur del puerto de Biar (entre Alcoi y Alacant) a su yerno Alfonso X. Y, todavía, a principios del siglo XIV, Jaime II recuperaría una parte, fijando el límite en el valle del Segura. De esta manera, la corona castellanoleonesa, que siempre había aspirado a alcanzar los límites de la antigua provincia romanovisigótica de la Cartaginense, se quedaba sin el cuadrante nororiental de este histórico distrito, formado por las tierras comprendidas entre el valle del Túria (València ciudad) y el valle del Segura (Guardamar).