Tal día como hoy del año 1955, hace 70 años, en el circuito de automovilismo de Le Mans (República Francesa) y durante la celebración de la carrera conocida como 24 horas de Le Mans, del Campeonato Mundial de Resistencia, se producía un accidente que causaría la muerte de 84 personas (1 piloto y 83 espectadores) y unos 120 heridos. Aquella masacre se considera la peor tragedia de la historia del automovilismo y provocó la suspensión de las competiciones automovilísticas en Francia durante varios años. Aquel accidente marcó un antes y un después en las políticas de seguridad en las carreras, tanto para los corredores y sus equipos técnicos como para los espectadores.
La tragedia de Le Mans se produjo a las 18.30, en la vuelta 35 y después de dos horas largas de carrera, mientras el británico Mike Hawthorn, que conducía un Jaguar, y el argentino Juan Manuel Fangio, al volante de un Mercedes-Benz 300 SRL, competían para liderar la carrera. Al final de la vuelta 34, Hawthorn adelantó al también británico Lance Macklin, que conducía un Austin Healey, pero acto seguido —e incomprensiblemente— frenó de repente y entró en los boxes. Macklin, sorprendido, dio un volantazo hacia la izquierda para esquivar a Hawthon, sin advertir que lo estaba adelantando por dentro el francés Pierre Levegh, al volante de un Mercedes-Benz.
Levegh no pudo esquivar a Macklin i Hawthorn y chocó contra el Austin de Macklin a más de 200 kilómetros por hora, su coche se elevó como un cohete e impactó y estalló como un misil contra la tribuna de los espectadores. Según la prensa de la época, el cuerpo de Levegh quedó extendido en el suelo de la pista, pero el coche dejó un rastro dantesco de muertos y heridos sobre la tribuna. Sin embargo, los organizadores no suspendieron la carrera; los coches siguieron corriendo mientras las ambulancias iban y venían. Pasadas 22 horas, Hawthorn —el principal causante de aquella tragedia— se adjudicaría la victoria y lo celebraría con cava.