No han pasado ni 24 horas del inicio de la campaña electoral en Galicia que el Partido Popular ha enseñado sus cartas: poco balance de la gestión realizada y mucha españolización durante los próximos 15 días. Y eso que los pesos pesados del PP son gallegos, es el caso de Mariano Rajoy y Alberto Núñez Feijóo, y la derecha lleva gobernando ininterrumpidamente aquella comunidad desde el año 2009. Quince años seguidos al frente de la Xunta debería dar para algo más que para hablar de evitar que gobiernen en Galicia Arnaldo Otegi y Carles Puigdemont, que no se presentan, o enredar al personal hablando de impedir que gobiernen los amigos de Putin.

Lo cierto es que cada vez más, excepto en Catalunya y en Euskadi, las elecciones, se llamen autonómicas, municipales o europeas, tienen una fuerte impronta española y los resultados obtenidos acaban teniendo un interés relativo allí donde se celebran, ya que todo se lee en función de si el perjudicado es la calle Génova (sede del PP) o la calle Ferraz (el cuartel general de los socialistas). Han pasado aquellos años en que los discursos versaban sobre los intereses de aquellos que votaban, como también se han olvidado los actos electorales multitudinarios y hoy casi todo tiene que ver con las campañas que los partidos realizan para la televisión.

Aunque las elecciones no serán hasta el domingo 18 de febrero, si nos tenemos de creer las encuestas —después de lo sucedido el 23-J en que todas daban mayoría absoluta a la suma de PP y Vox— aunque los populares caen ligeramente, conservarían la mayoría absoluta. Un resultado que de ser así es enormemente valioso, ya que querría decir que el multipartidismo no ha llegado a Galicia, donde solo tres partidos tienen asegurado conseguir escaños y el pastel se reparte, además del PP, entre el BNG y el PSOE. Sumar se mueve en la franja de cero a uno y la experiencia suele demostrar que el voto último del electorado acaba yendo a las formaciones mayoritarias.

El PP ha enseñado sus cartas en la campaña electoral en Galicia: poco balance de la gestión y mucha españolización

En cualquier caso, es interesante comprobar también como el BNG, nacionalista de izquierdas, ha ido apoderándose del votante socialista, en una situación parecida a la del País Vasco con Bildu. Muy diferente a lo que sucede en Catalunya, donde el PSC conserva la primera posición, ya que ERC y Junts se han dedicado, preferentemente, a morderse entre ellos en esta guerra cainita que arrastran desde hace más de una década y han acabado dejando un espacio libre enorme para los socialistas catalanes.

Cierto que cada territorio tiene su propia idiosincrasia, pero a veces se pierde demasiado tiempo en espacios compartidos y se dejan de lado caladeros electorales importantes. Haría falta una mirada más panorámica y menos cainita.