Que el principal cargo institucional que tiene el Partido Popular en Catalunya haya tenido que rectificar en cuestión de horas su posición sobre el catalán y el Pacte Nacional per la Llengua no es casualidad. Es el ejemplo de la mordaza en un tema en que el PP no quiere fisuras y la abismal distancia entre los dogmáticos de la formación conservadora, incapaces de abrirse paso entre el electorado catalán, y la rara avis que es Xavier Garcia Albiol y sus exitosos resultados en Badalona, capaz de ganar por cuarta vez las elecciones municipales, y en las últimas de aplastar a todos sus adversarios con el 55,73% de los votos y 18 de 27 concejales que tiene el consistorio. Albiol es un verso libre, cierto. Desdeñado en el pasado por los suyos, llegó a la presidencia del PP de Catalunya en marzo de 2017 y la abandonó en noviembre de 2018, y se refugió en su fortaleza de Badalona, cuarta ciudad de Catalunya tras Barcelona, L'Hospitalet de Llobregat y Terrassa. Desde su castillo fortificado donde nadie le tose, se ha reinventado siendo capaz de absorber votos de prácticamente todas las formaciones, dejando al PSC con cuatro concejales, Esquerra con dos y a Junts fuera del ayuntamiento.

La línea dura del PP y sus importantes altavoces mediáticos en Madrid se despertaron el jueves irritados por la onda expansiva del anuncio de Albiol, el miércoles en las redes sociales, explicando que su grupo municipal había aprobado en el pleno de Badalona una moción de apoyo al Pacte Nacional per la Llengua, así como otras iniciativas para el impulso de actuaciones municipales en defensa del catalán. Los movimientos anticatalanes reaccionaron inmediatamente y el PP catalán, comandado por Alejandro Fernández, en línea claramente contraria, lejos de enfriar la polémica, miró de abrasarlo encima de unas brasas que, en clave interna, ya le iban bien. Albiol ha tenido que matizar, para unos, o desdecirse, para otros, y ha comprobado una vez más la virulencia del actual PP catalán con cualquier aproximación a la política real o a la desinflamación. No es la primera vez que, en lo que respecta al catalán, el alcalde de Badalona toma partido. No hace mucho tiempo, en una entrevista, expresó su preocupación por el hecho de que la lengua catalana sea residual en la calle en dos o tres generaciones.

Albiol ha comprobado una vez más la virulencia del actual PP catalán con cualquier aproximación a la política real o a la desinflamación

No sería fácil encontrar en la actualidad otro dirigente del PP catalán en estas posiciones, en parte, porque el daño que ha hecho Ciudadanos no ha sido menor, y ahora que las cosas vuelvan a cauces de hace un par de décadas, no es nada fácil. Alberto Núñez Feijóo ha hecho pequeños amagos de reorientar —lo que en el PP llaman centrar— su organización en Catalunya. De hecho, es un clamor que Alejandro Fernández no goza de su confianza, lo ha intentado relevar en más de una ocasión, pero o bien las personas a las que se lo ha ofrecido no han aceptado o no se ha visto capaz de dar un golpe de mano en una formación que, aparentemente, Fernández tiene muy controlada y que cuenta con apoyos nada menores como los de José María Aznar, Isabel Díaz Ayuso o Cayetana Álvarez de Toledo. Y, ya se sabe, Feijóo es amante de aguas templadas y las corrientes anticatalanas siempre le desbordan.

En este esquema político, el PP no hace más que tropezar en Catalunya, donde le desborda Vox y le va a desbordar en próximas contiendas Aliança Catalana y se va a tener que conformar con ir en el furgón de cola. Porque el giro a las derechas extremas del electorado catalán va a ir cristalizando en Catalunya en una dirección no muy diferente a países de nuestro entorno. Solo hace falta un vistazo a las encuestas que se realizan en Reino Unido, Alemania o Francia para que la situación sea de un cierto vértigo. Algo van a tener que hacer los espacios centrales —PSC, Junts y, en menor medida, Esquerra— además de tirarse todos ellos y entre ellos los trastos a la cabeza. Porque, en términos ciclistas, van a tener que afrontar auténticas cimas de categoría especial.

Algo similar le sucede a Feijóo en España, donde le cuesta crecer por más que el PSOE caiga, y el pastel se lo acaba llevando la formación de Abascal, ya que a la hora de hacer de radical de derechas es siempre mejor la original que la copia.