Segundo choque de trenes entre Pere Aragonès y la Assemblea Nacional Catalana (ANC). Después de la exitosa manifestación del domingo en Barcelona, que reunió 700.000 personas según los organizadores y 150.000 según la Guàrdia Urbana, y en la que la presidenta de la ANC, Dolors Feliu, pidió públicamente independencia o elecciones, este martes ha habido una nueva reclamación de la entidad exigiéndole a Aragonès que levante la DUI en el segundo semestre de 2023, cuando España tendrá la presidencia de la Unión Europea y Escocia tiene previsto celebrar un nuevo referéndum. Si la primera petición de Feliu recibió una negativa rotunda en menos de 24 horas, esta segunda sugerencia ha durado aún menos tiempo y ha alimentado la idea de que el abismo entre Esquerra Republicana y la ANC, lejos de reducirse, se había vuelto a ensanchar.

El rápido movimiento del president de la Generalitat de recibir en el Palau a los convocantes de la manifestación de la Diada, la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Òmnium Cultural y Associació de Municipis per la Independència (AMI), a las 48 horas del éxito de la multitudinaria concentración por la Diada Nacional de Catalunya podía hacer presagiar que habría un cambio de guion respecto al domingo y que había un mínimo margen para rehacer las confianzas rotas. En este sentido, el hecho de que Òmnium tenga su propia hoja de ruta y la AMI no haya expresado un posicionamiento público rotundo podía llevar a pensar que podíamos estar ante un inicio de tiempo muerto en la refriega. Nada más lejos de la realidad: no se ve por ningún lado un mínimo margen para rehacer consensos, ya que las posiciones de unos y de otros están en las antípodas y el enrocamiento es total.

Lo que debería ser el inicio de una serie de reuniones entre la Generalitat, partidos independentistas y entidades soberanistas para rehacer confianzas ha quedado en el aire. Después de la ausencia de Aragonès en la manifestación argumentando que era una convocatoria en contra del Govern, un rechazo que fue secundado por su partido y por todos los consellers de Esquerra Republicana, el president abrió las puertas del Palau con una reunión que, cuando menos, tuvo un formato curioso por el simple hecho de que quien lo acompañaba era su consellera de Presidència, Laura Vilagrà, también de Esquerra, y no su vicepresident, Jordi Puigneró. Para mayor complicación, Puigneró se reunió inmediatamente después con la ANC, pero no con las otras dos entidades, y enmarcó el encuentro de Aragonès en una reunió de Presidència y no del Govern.

El notable desencuentro de unos y de otros, las iniciativas sorpresa y no consensuadas, las propuestas llamativas pero improvisadas no hacen sino diluir el éxito de la manifestación del domingo. Todos los actores independentistas tienen derecho a tener una hoja de ruta propia. Pero no se puede predicar consensos y practicar disensos. Claro que hay margen para acuerdos amplios y sinceros. Los ha habido en el pasado y tendrá que haberlos en el futuro, porque eso es la política. Se ha dicho más de una vez que no hay avance posible sin unidad de acción. Si realmente todos los actores así lo creen, eso no puede ser una frase vacía en que cada actor campe a sus anchas, mire de reojo al de al lado y el paso del tiempo no haga otra cosa que cerrar cualquier expectativa para avanzar. Rehacer consensos quiere decir llegar a acuerdos para avanzar. Y, lamentablemente, la reunión de este martes en el Palau de la Generalitat demuestra que aún estamos muy lejos de este momento y lo que es más peligroso es que no se ve luz por ningún sitio.