Bajo el título "El català, en perill? El català, en acció!", ElNacional.cat ha congregado este jueves en el Palau Robert de Barcelona a cuatro ponentes de lujo ―Jordi Cuixart, presidente de Òmnium; Iolanda Batallé, exdirectora del Institut Ramon Llull; Arnau Rius, creador del canal Malaia; y Blanca Pujals, editora de Viena Edicions― para reflexionar sobre los obstáculos que el estado español levanta de manera permanente para asfixiar la lengua catalana buscando reducirla a un idioma sin prácticamente uso social y qué tipo de acciones deberían ser prioritarias para salir del callejón en que se encuentra. Como resumen, superar el pesimismo actual, ser más exigentes con gobernantes y partidos políticos, activarse como sociedad civil y ganar atracción ante los jóvenes. En vísperas de la importante manifestación del sábado en Barcelona en defensa de la inmersión lingüística y contra la sentencia del TSJC que impone un 25% de castellano en las horas lectivas, el debate sirvió para una cosa tan catalana como una combinación de autocrítica y de esperanza, basada en que la lengua ha ganado muchas batallas a lo largo de la historia y la mayoría de ellas cuando parecía imposible.

Ocupando perfectamente su papel de presidente de Òmnium Cultural, unido al conquistado liderazgo de activista social que se le reconoce desde que entró en la prisión y mucho más tras su contundente actitud ante el Tribunal Supremo, Cuixart no decepcionó. Habló sin pelos en la lengua, no cruzó ninguna barrera que no quisiera, pero su rotundidad con la actitud, muchas veces tibia, de partidos y políticos en el tema de la lengua empieza a marcar la agenda del momento. No hay otra manera de entender este párrafo sobre la ley del audiovisual: "Políticos catalanes, poneros las pilas. Si no hay un régimen sancionador, no vale para nada. Si no hay una cuota blindada, no vale para nada. Me sabe mal. El resto, declaraciones de buenas intenciones, Òmnium estará siempre. Todo lo que sea constructivo, aportar dinero, conseguir más recursos siempre es positivo pero sin régimen sancionador y una cuota garantizada, que la del 6% no es que sea buena sino que sería excelente, no es nada. Que un 6% de cada 100 producciones que se hicieran tuvieran que ser producidas en Catalunya y en catalán eso sería una inyección de cientos de millones de euros al sector audiovisual catalán"

O bien, "queriendo hacer un estado, nos hemos olvidado de la nación", frase que en pocas palabras concentra la esencia de cosas que no se han hecho bien y que dice también mucho. El sentimiento de la necesidad de reactivarse en defensa de la identidad catalana recorrió con expresiones diferentes pero con ideas bastante parecidas la mesa de debate. No va a ser una batalla fácil por la importancia de los adversarios y de todo un estado movilizado para aprovechar la oportunidad que se le brinda de arrinconar el catalán. Pero con la manifestación del sábado por la mañana, que acabará en l'Arc de Triomf, debería ponerse punto y final a una estrategia que comporta pérdida de posiciones del catalán como lengua de relación social y de infrautilización en la vida escolar.

Somescola, la plataforma que agrupa a decenas de entidades del tejido educativo, lo que da a su convocatoria un marcado carácter unitario del sistema escolar, ya organizó en 2018 una concentración similar en defensa de la escuela catalana que tanto molesta en Madrid porque es un modelo de éxito y una fórmula que ayuda a la cohesión social, uno de los grandes objetivos del catalanismo a lo largo de su historia. Acabar con la razón de ser del catalanismo, Catalunya, un sol poble, es el sueño permanente del españolismo en su idea de uniformar el estado a través de una sola lengua, una sola cultura, en definitiva, una única identidad. No hay proyecto español que encarnen los sucesivos presidentes de gobierno que no acabe por ofrecer la misma idea de aquel torpe Adolfo Suárez cuando, preguntado en 1976 por la revista Paris Match sobre un bachillerato en catalán, contestó: "Encuéntreme antes profesores que puedan enseñar química nuclear en catalán. Seamos serios". 45 años después estamos más o menos aquí. No han evolucionado mucho.