Por tercera vez consecutiva, la elección del alcalde de Barcelona se ha visto envuelta en la polémica y, por tercera vez también, los perdedores han sido los mismos. Han pasado ocho años desde la de 2015, en que Ada Colau ganó las elecciones gracias a las cloacas del Estado, que se inventaron una cuenta falsa del entonces alcalde Xavier Trias en Suiza. La propagación de aquella mentira y el uso que hizo, sobre todo, Colau, le permitió ser alcaldesa. Cuatro años después, en 2019, un movimiento del establishment barcelonés desplazó a Ernest Maragall, que había ganado los comicios. El valido de aquel movimiento fue Manuel Valls que, cumplido su objetivo, regresó a París.

Este sábado ha vuelto a pasar y la víctima ha vuelto a ser Trias y, en parte, también Ernest Maragall, ya que Junts per Catalunya y Esquerra Republicana habían firmado un acuerdo de gobierno con un reparto completo del cartapacio municipal que iba a anunciar después de la visita protocolaria al president de la Generalitat. Pero, alrededor de las 15 horas, las conversaciones discretas entre PSC, comunes y el PP emergían definitivamente a la luz pública: los comunes de Ada Colau formalmente se apartaban del equipo de gobierno —un mero formulismo teatral y sin duda temporal. ya que, obviamente, serán recolocados entre Ayuntamiento, Área Metropolitana y Diputación de Barcelona— y el Partido Popular tenía vía libre para votar a Collboni porque Colau y los comunes ya no estaban. Daniel Sirera era el nuevo Manuel Valls.

El último acto de la obra de teatro cuyos guionistas han estado en Madrid y no en Barcelona bajaba el telón con un cambio de guión previsible pero sorprendente. Escuchando el discurso de Jaume Collboni tras su toma de posesión incluso cuesta creer que el desenlace se haya producido en las últimas horas, sino más bien unos días antes y que nos hayamos ido enterando cuando los protagonistas han querido.

Sea como sea, el PSC se ha llevado el premio gordo y ha demostrado que sigue siendo una implacable máquina de poder. A años luz de sus adversarios, que han salido renqueantes —Esquerra— o muy tocados —Junts per Catalunya—. La ciudad más destacada en la que Junts ha obtenido la alcaldía es Sant Cugat del Vallès (duodécima de Catalunya en población) y Esquerra, la de Manresa (decimosexta). Dos ayuntamientos entre Junts y ERC entre los 23 más poblados del país después de los acuerdos de este sábado es un botín muy pequeño, se quiera ver o se mire hacia otro lado.

Una última reflexión: después de cómo se ha desbancado a Xavier Trias de la alcaldía de Barcelona, basta de lecciones morales de la izquierda. Esto ha ido de poder y de nada más. Se han hecho acuerdos que un día conoceremos y que ahora nadie quiere explicar con un discurso casi angelical. Los que defienden que todo vale y que lo importante es el poder al precio que sea, están de enhorabuena. Los halcones han ganado claramente esta batalla.