Más pronto que tarde tenía que pasar: el gobierno español ha enseñado sus cartas en el conflicto catalán y se ha alineado allí donde estaban sus antecesores cuando se inició la represión contra el independentismo. Sánchez es una copia de Rajoy, Carmen Calvo de Soraya Sáenz de Santamaría, Fernando Grande-Marlaska de Juan Ignacio Zoido y así podríamos ir siguiendo. El presidente del gobierno de la coalición de izquierdas ha hecho un Rajoy y se ha desentendido de la retirada del tercer grado y del 100.2 a los presos políticos argumentando que el Gobierno ni pone ni quita sentencias. Obviando, eso sí, ahora no estamos en campaña, el guiño que hizo hace un tiempo al independentismo cuando dio a entender que como al fiscal general del Estado lo nombra el Gobierno algo se podría hacer.

Todo era una treta como muchos ya suponíamos y el actual Ejecutivo español carece de cintura política para abrir un nuevo tiempo en las relaciones políticas con Catalunya, está maniatado por un poder judicial claramente escorado a la derecha y lo que es más grave gobierna pero no manda ya que de eso se encarga el deep state con hilo directo con la Zarzuela. La carpeta catalana como pararrayos de la corrupción de la monarquía española. El gesto de autoridad de devolver a la prisión a aquellos que pusieron en jaque la unidad de España para tapar así las portadas del entramado corrupto de la familia real y la explosión incontrolada de la caída de Juan Carlos I que amenaza con arrastrar a Felipe VI. La presencia a hurtadillas del Rey en la cumbre de presidentes autonómicos con Pedro Sánchez presidiendo la inauguración oficial en la Rioja esquivando la explicación que la sociedad española espera de las cuentas de la familia en el extranjero.

Que el independentismo carece de una hoja de ruta conjunta es más que evidente. Que no sea capaz de ofrecer una respuesta unitaria a la represión sería algo más que un mal síntoma. Las fechas no son las más favorables y el inicio de las vacaciones estivales tampoco ayuda. Además están las rebrotes por el coronavirus que impiden grandes movilizaciones. 

Aunque habrá elecciones en los próximos meses -entre noviembre y febrero, seguramente- sería esperable que, igual que se ha hecho en el pasado, partidos y entidades acordaran el listón de una respuesta unitaria. En otras ocasiones se ha sabido llegar a acuerdos, para que la voz catalana llegara alta y clara a Madrid y a la comunidad internacional. Ahora no debería ser diferente.