Los presupuestos de la Generalitat han superado el primer escollo parlamentario de las enmiendas a la totalidad gracias a los comunes, que retiraron la suya y, por segunda vez —la anterior fue en 2020— han ocupado el papel preferente que estaba reservado a la CUP. Como ya hicieron el año pasado, los anticapitalistas se han comportado igual, facilitando primero la investidura del president de la Generalitat —entonces fue Torra, ahora Aragonès— y, tiempo después, tumbando sus cuentas públicas. Antes lo habían intentado también, en 2016, con Carles Puigdemont, que se revolvió con la propuesta de referéndum y los desactivó.

A trompicones y con cambio de guión, los presupuestos han arrancado la primera de una larga tramitación parlamentaria y que tiene como calendario que el 1 de enero de 2022 ya estén en vigor, algo que no sucede desde el 2010, o sea, hace 11 años. La entrada en juego de los comuns ha erosionado la coalición de gobierno y ha puesto en jaque algo que a veces se olvida y que no es otra cosa que la rivalidad entre las formaciones que lo integran, ERC y Junts, que no solo es política sino también epidérmica.

Tanto que, una vez más, las desavenencias entre Esquerra y Junts han provocado una nueva crisis de fin de semana. Pere Aragonès ha forzado la máquina frente a una organización aún en construcción y se ha salido con la suya. Los poderes presidenciales tienen eso: juegas la partida con mucha ventaja. Para ERC, no ha sido nunca un problema sacar los presupuestos con los comuns, como explican en su propuesta política de frente amplio. Ni para los comuns avalar unos presupuestos que había hecho un conseller de Junts, Jaume Giró. El problema era, en todo caso, para un sector de Junts que quería a la formación de Ada Colau y Jéssica Albiach fuera de la ecuación a cualquier precio. Algo que todo el mundo sabía que no iba a pasar si la CUP se bajaba del barco ya que la opción de abandonar el gobierno aún era en Junts más minoritaria.

Los presupuestos no van a cambiar sustancialmente por más que cada parte necesite hacer su correspondiente ejercicio de prestidigitación. De hecho, el cambio está más en la política que en los números y en el intercambio de cromos entre el president Pere Aragonès y Ada Colau, que salvará también las cuentas del ayuntamiento de Barcelona. Por si había dudas, el presidente del grupo municipal de ERC, Ernest Maragall, ofreció las explicaciones correspondientes del súbito cambio de rumbo respecto a lo manifestado la semana pasada. 

En medio de esta nueva tensión entre socios, Esquerra y Junts corren el riesgo de acostumbrarse a vivir en la permanente desavenencia y que el pulso entre los partidos se proyecte en el Govern. Ha estado a punto de pasar en los presupuestos y solo la habilidad del conseller Giró ha permitido preservar el nexo de lealtad que tiene que haber entre el president y sus consellers con las posiciones corales que ha ido expresando Junts y que no siempre han sonado con la misma melodía. También habrá que ver como quedan las posiciones en la formación del president Puigdemont después de un fin de semana de tanta tensión interna.