Tantas ganas tiene el PSOE de descafeinar la mesa de negociación del Gobierno con Catalunya que Pedro Sánchez sigue jugando al gato y al ratón sobre si acudirá o no a la reunión, como si fuera algo tan difícil de anunciar. Moncloa juega al despiste, mandando mensajes contradictorios en los que a veces parece que el presidente está un poco más cerca de acudir y otras un poco más lejos, y en eso hay que reconocer que, con todos los corifeos mediáticos con los que cuentan, son unos verdaderos artistas. No se habla de la agenda de la reunión y ello sitúa el debate en un paradigma realmente sorprendente: ¿Pero es contemplable un desaire como este y que el independentismo no se plantee si tiene algún sentido su presencia en la reunión?

El Govern ha redoblado sus esfuerzos en reclamar la asistencia de Pedro Sánchez, sin respuesta hasta el momento y eso que la cumbre debería celebrarse, de acuerdo con el compromiso anunciado, como muy tarde el viernes 17 de septiembre, que es el último día hábil de la tercera semana del mes, fecha acordada. Junto a la incertidumbre de Sánchez, que difícilmente despejará antes de la Diada, por lo que parece persiste la de la composición de la delegación catalana, que Esquerra defiende que sea de miembros del Govern y sobre la cual Junts tiene una posición, en principio, más flexible.

El hecho de que Pedro Sánchez continúe deshojando la margarita ha situado en un impasse las decisiones de la parte catalana, donde el partido de Carles Puigdemont se niega a mover ficha hasta que Sánchez adopte una decisión. La reunión que celebra el Grupo Parlamentario de Junts en Bruselas esta semana si a algo ayudará será a reiterar la visión pesimista sobre la mesa de diálogo y a resaltar la nula voluntad negociadora de los socialistas sobre el conflicto catalán.

Que se solapen la celebración de la Diada, con todos los actos institucionales previstos y la manifestación del 11 de Setembre, con el debate de la mesa de diálogo es una situación tan insólita como extraña. Otras Diades han servido para marcar el rumbo del curso político, mientras esta a lo máximo que puede aspirar es a pasar con la mayor dignidad posible la desmovilización que sufre el independentismo y la falta de unidad entre los partidos. Sánchez lo sabe y juega a ello, con sus promesas de dinero y su agenda del reencuentro. El Govern ha anunciado que estará en la manifestación para la que solo faltan cuatro días y de la cual sabemos muy pocas cosas. El movimiento independentista, acostumbrado a ser medido por su fuerza en la calle, juega este 2021 la partida sin el brillo de otros años y con la pandemia como obstáculo añadido.