La autorización del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya a la demanda del Govern catalán de convertir el pasaporte covid en un documento imprescindible en un montón de actividades a partir de la medianoche de este jueves viene a certificar tres cosas: el temor de las autoridades a lo que puede suceder en el largo puente de principios de diciembre, entre los días 3 y 8, y en las esperadas vacaciones de Navidad y de inicio del nuevo año; el fracaso de las campañas de la Conselleria de Salut para intentar concienciar a la población que aún no se han vacunado de que es un riesgo demasiado alto para ellos y también, en parte, para los que sí nos hemos vacunado.

En tercer lugar, las pésimas noticias de crecimiento de la enfermedad, de las tasas de contagio y del incremento hospitalario, unidas a la preocupación europea por la sexta ola, que ya ha comportado dos noticias médicas como son la recomendación del Centro europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) de la tercera dosis a mayores de 40 años y otra indicación de la Agencia Europea del Medicamento de incorporar una vacuna de Pfizer a los niños de entre cinco y once años. Cada día, no obstante, hay novedades, lo que indica la volatilidad de las decisiones y la dispersión de las mismas, según los países. Francia ha abierto este jueves la posibilidad de vacunar con la tercera dosis a los mayores de 18 años y que haga, al menos, cinco meses desde que recibieron la última vacuna.

Hace ya tiempo, muchos meses, que he defendido que el pasaporte covid era, sin duda alguna, la mejor solución. No porque no tenga elementos que sean preocupantes, sino porque no hay alternativa en la lucha contra esta pandemia que sea ideal e indolora. Siendo así, es bastante obvio que el porcentaje de vacunados es tan alto que las medidas que se adoptan han de tender a proteger a este amplio colectivo, causando el menor perjuicio posible a los que libremente han decidido no vacunarse. Y el pasaporte covid que ahora se ampliará a bares, restaurantes, gimnasios e instalaciones deportivas y residencias de ancianos ―ya lo estaba en otras actividades como el ocio nocturno o en celebraciones en las que haya baile― tiene esta principal virtud. Otra cosa es cómo se llevará a cabo la medida, ya que no es de fácil aplicación y la inspección será, en la práctica, casi inexistente, pues no podrá haber un policía en cada establecimiento.

Aquí, en Catalunya lo más importante es controlar la expansión del virus y mantener abierta la actividad económica. Y, ahora, con la vacuna en porcentajes superiores al 85%, esto se tiene que poder hacer si no se llega tarde a las decisiones o bien si no se da un incumplimiento generalizado de las normativas que aprueba el Govern. En la ampliación del pasaporte covid a otras actividades, es obvio que en Catalunya se va tarde y que hace varias semanas que se tenía que haber adoptado, dado que no era un problema, por ejemplo, para la restauración, que estaba perfectamente preparada. Al menos, tan preparada como ahora. Porque, al final, llegan las prisas y acaba pareciendo que no se ha aprendido nada.