Al cumplirse una semana de las elecciones del 23 de julio, las principales cartas para el inicio de una negociación están encima de la mesa. Primero, el resultado ya es definitivo después de que la Junta Electoral Central recontara provincia a provincia los votos emitidos desde el extranjero y dejara la siguiente foto: 171 diputados en la mayoría de izquierdas con Pedro Sánchez y 172 en la de derechas con Alberto Núñez Feijóo; y los 7 diputados de Junts teniendo que votar que sí en la investidura de un presidente de izquierdas, ya que la abstención es, hoy por hoy, insuficiente.

Segundo: el partido de Carles Puigdemont ha expresado su voluntad de negociar un acuerdo político para la investidura que tiene que incluir la solución al conflicto entre Catalunya y el Estado español. Este acuerdo tiene que ser público y servir de hoja de ruta durante la legislatura. No todo, obviamente, se podrá resolver el primer día, pero la publicidad de los acuerdos alcanzados servirá a modo de hoja de ruta. Junts no va a aceptar acuerdos verbales en una cafetería, se explica a manera de ejemplo. Hay una fecha en el horizonte que debería ser tenida en cuenta: el 17 de noviembre se inicia el juicio por el supuesto desvío de fondos para la promoción exterior en el Tribunal de Cuentas y en el que están acusados una treintena de ex altos cargos, entre otros, el mismo Carles Puigdemont.

Tercero: Junts ya ha designado su interlocutor en esta negociación, que no es otro que Carles Puigdemont. ¿Quién es el del PSOE? Si hasta la fecha, a Bélgica se han desplazado mensajeros socialistas, como reveló sin dar nombres el president durante la reciente campaña electoral, para plantearle soluciones individuales que rechazó, ahora será imprescindible que se oficialice un negociador socialista. Una manera de empezar bien las cosas sería entregar las credenciales para ello al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, alejado estos años de la hostilidad hacia Puigdemont que han tenido la gran mayoría de dirigentes del PSOE.

Cuarto: Si acaba habiendo bloqueo de la legislatura tienen que quedar claras las razones del mismo. El PSOE no podrá alegar que las peticiones de Puigdemont eran etéreas o imposibles, en abstracto. Si el PP se arriesga a jugar la partida, también las sabrá. Obviamente, no habría nunca conversaciones con Vox y, en todo caso, serían solo con los populares quienes a su vez lo harían con el partido de Abascal. ¿Cómo se ve en la Zarzuela esta posibilidad? Porque Vox es un partido disciplinadamente monárquico. El PP lanzó el sábado un primer mensaje de disposición a hablar con Junts, que ahí ha quedado a título de mero inventario.

Quinta: ¿Alguien en el PSOE está haciendo el esfuerzo de leer cómo se han enfocado conflictos similares? Me temo que no. Al menos, en serio. Aunque sea una obviedad, no está de más decirlo: las competencias y el incremento del poder territorial no van a ser suficientes para que nadie logre los siete votos de Junts. Y cuanto antes algunos tengan esto claro, más rápido se saldrá del punto muerto actual. Eso si no se quiere ir a una repetición electoral que igual sí que es el final soñado por Pedro Sánchez.