Después de meses y meses de una intensa precampaña electoral, este viernes a las cero horas habrá quedado oficialmente inaugurada la campaña de las municipales —y autonómicas en 12 comunidades— con las diferentes pegadas de carteles en las ciudades y pueblos de nuestro país. Nunca una batalla municipal como la de Barcelona había contado con tantas miradas observando y analizando el futuro de la capital catalana, en lo que, sin duda, van a ser unos comicios excepcionales para revertir el agujero negro en que se ha convertido una ciudad antaño abierta, cosmopolita, creadora de riqueza y orgullosa de su triple condición de capital del país, motor cultural y ejemplo de oportunidades.

En un momento en que los partidos hegemónicos han tendido a la baja y los pronósticos electorales cada vez son más volátiles, las municipales en Catalunya han de dar respuesta, sustancialmente, a estas cuatro preguntas: ¿quién será capaz de recoger la excepcional, por negativa, valoración de la alcaldesa Ada Colau, que no tiene parangón con ninguno de sus antecesores? ¿El previsible crecimiento del PSC en sus feudos de la conurbación de Barcelona, pero también en el resto del territorio, será capaz de sortear el efecto de déficits estructurales como el de Rodalies o le supondrá un castigo? ¿Esquerra pagará errores de gestión del Govern catalán —como la sequía o las oposiciones— y se producirá un cierto desgaste de la marca y un retroceso respecto al 2019? ¿Junts per Catalunya se estrellará en su intento de vender, al mismo tiempo, moderación y radicalismo, gestión de gobierno y salida del ejecutivo catalán? ¿A quién le pesará más el plomo que cada uno de ellos lleva en las alas? 

De todo ello se vislumbran en este inicio de campaña algunos trazos gruesos, que necesitarán concretarse en las más de dos semanas que faltan hasta el 28 de mayo. De todas las elecciones municipales que se han celebrado en Barcelona, estas tan solo guardan una cierta similitud con las de 2011, en las que, sin llegar al extremo de ahora, sí había en la ciudad una pulsión por cerrar la etapa de alcaldes del PSC, que había durado desde 1979, y corregir el agotamiento de proyecto que en aquel mandato se focalizaba en Jordi Hereu y en la oposición ciudadana a uno de sus proyectos estrella: el tranvía por la Diagonal. Como que de todo se aprende, el candidato socialista, Jaume Collboni, se ha distanciado de aquella idea doce años después y ha ido a las posiciones de Xavier Trias, que entonces y ahora ha estado en contra de la conexión del tranvía por la Diagonal.

Lo más novedoso de esta precampaña electoral en Barcelona ha sido la irrupción de Xavier Trias en la batalla por la alcaldía; que el PSC mantiene una lucha titánica porque no se le identifique con Colau, con la que ha gobernado ocho años; que la alcaldesa tiene un nivel de resistencia notable, según las encuestas, y que Ernest Maragall lucha por no quedar descartado. Con la campaña ya en marcha y el alto nivel de indecisos y de fluctuaciones entre espacios electorales, los días que restan hasta el 28-M serán, sin duda, cruciales. Nadie tiene asegurada la victoria y las combinaciones de gobernanza de la ciudad son muy variadas y de signo bien diferente. Hay, además, el precedente de 2019, cuando los pactos políticos violentaron los resultados y poco importa que varios de los cocineros que aquellos días se hayan arrepentido con el tiempo. No fueron ellos los perjudicados, sino la ciudad que hoy está en la encrucijada de volver a aspirar a ser una gran capital o perderse en el camino de la nostalgia de un pasado que ya no es presente y mucho menos futuro.