En medio de la tormenta electoral, de frases y acusaciones subidas de tono que se suelen decir durante la campaña, muchas de las cuales se vuelven a guardar pasadas las dos semanas que dura el festín en el que todo vale, la imagen de los presos políticos catalanes en el Palau Robert portando únicamente un cartel que rezaba Amnistia tiene un punto de balsámica. También, de esperanzadora y, a lo mejor, quien sabe, si de tranquilizadora. La batuta de Òmnium Cultural los congregó a todos, los de Junts y los de Esquerra, aparcando rencillas y reproches, y devolviéndolos a la cruda realidad: todos ellos volvían por la noche a dormir a la prisión en este cautiverio injusto que ha normalizado prisión y exilio como si fueran lo más normal del mundo cuando no lo es. Carme Forcadell, Quim Forn, Raül Romeva, Jordi Sànchez, Jordi Cuixart, Oriol Junqueras, Josep Rull, Jordi Turull y Dolors Bassa unidos en una performance que debería ser no una foto sino la unidad de acción política que tanto se ha encontrado a faltar en esta legislatura.

Este cuarto día de campaña nos situó, por unos minutos al menos, en el oasis independentista, y sirvió para recordar que la represión del Estado español no conoce de partidos ni de ideologías y que es transversal contra todo el movimiento independentista. De ahí la importancia de la cita con las urnas del próximo 14 de febrero en que el independentismo no solo se juega una determinada composición del próximo gobierno, unas mayorías parlamentarias concretas o un/una presidente/a de Catalunya.

Es mucho más que todo eso lo que está en juego de una manera etérea, intangible, en el espeso ambiente de cualquier campaña y que el electorado ya empieza a captar: ¿cómo queda Catalunya?, ¿resistirá la envestida para uniformarla y armonizarla con el resto de las autonomías españolas? Porque de eso va el 14-F, de identidad y de supervivencia, y la presencia en Catalunya del exministro Salvador Illa como cabeza de cartel electoral del PSC y abanderado de Pedro Sánchez, hoy convertido en el icono de unionismo: se trata de revertir los pasos dados por la sociedad catalana en la última década en busca de mayor libertad, contando con la eventualidad de un retraimiento del voto independentista por la pandemia del coronavirus.

La campaña catalana ha introducido en este arranque una novedad respecto a la larga precampaña: tres partidos se disputan, según los sondeos demoscópicos, la victoria: Esquerra Republicana, Junts per Catalunya y el PSC-PSOE. Los tres pueden quedar primero, segundo o tercero, lo que indica que la fidelización final del electorado y la gestión de la abstención en el poco tiempo que falta va a ser clave en el resultado. El empate técnico actual no quiere decir, necesariamente, que se acabe reflejando en las urnas la foto que ahora ofrecen las encuestas sino que cualquiera de los tres partidos puede abrir una diferencia importante respecto a su competidor en estos doce días que faltan hasta la cita con las urnas. 

Esta situación tensionará la campaña y nos alejará progresivamente de fotos como la de este lunes en el Palau Robert. Aunque, depende de como voten los catalanes, los dos partidos mayoritarios del independentismo tengan que volver a sacarla del cajón, en que la guardarán durante estos próximos días, aquella misma noche electoral.