Pedro Sánchez y Pere Aragonès han protagonizado este lunes en Barcelona la primera escena de lo que sutilmente se ha dado en llamar el inicio del diálogo y, para otros más osados, el reencuentro. Todo el mundo dice tener ganas de abrir una nueva etapa, darse tiempo para el acuerdo, superar el inmovilismo, priorizar el pragmatismo e incluso el sentido común. Recuperar el seny, eso que con tanta reiteración se repite en Madrid cuando les llevas la contraria y no aceptas el statu quo que, siglo a siglo, perpetua que Catalunya, la autonomía catalana, no sea más que una región del nordeste de España. La receta del gobierno español para Catalunya no tiene trampa: una vuelta al autonomismo con algo más de dinero de una nueva financiación. Y el perdón vía indulto de los presos políticos que el 61% de los españoles dicen no querer, según una encuesta que ha publicado El Mundo.

La posiciones son diametralmente opuestas y eso tampoco debería inquietar en una negociación si se pretende que sea sincera. Ha habido grandes acuerdos a lo largo de la historia partiendo de una distancia no menos importante que la que hay entre el inmovilismo español y el independentismo catalán. Lo que seguramente no ha habido es un terreno sembrado de tantas minas como el actual. La maquinaria del estado español desborda incluso al Gobierno. Y la derecha española, en sus diferentes facetas política, judicial, mediática y empresarial, no va a soltar a Pedro Sánchez. Hasta el extremo que hacer camino por el campo de minas se hace casi imposible.

¿O como cabe entender que el TSJC obligue al Govern, un día antes de que empiecen los exámenes de selectividad y estimando las medidas cautelares urgentes pedidas por Escola Bilingüe de Catalunya, a facilitar los enunciados en catalán y castellano? ¿O que el Consejo general del Poder Judicial concluya que la apología del franquismo es libertad de expresión? ¿Es esa la España que se pretende democrática y equiparable a estados como Alemania? No se pueden ilegalizar fundaciones por apología del franquismo y pretendemos equipararnos a Europa.

Incluso movimientos como el de Oriol Junqueras alejándose de un referéndum unilateral y fiándolo todo a un referéndum pactado como el de Escocia son vistos como un gesto por la izquierda española, que necesita agarraderos en España ante los indultos. Pero despreciados por una derecha que nunca tendrá bastante. Un movimiento que ha incomodado a sus socios de Junts per Catalunya, que se niega a descartar ninguna vía y que ya ha generado algún problema de confianza que no ha ido a mayores porque es el inicio de la legislatura.

Y en pocas semanas vendrá el Tribunal de Cuentas, con lo que será un auténtico mazazo al patrimonio de diferentes políticos relacionados con la acción de gobierno y la política exterior entre 2012 y 2017, entre ellos Artur Mas, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. Así, hasta una treintena de ex altos cargos. ¿Qué va a hacer el diálogo con estas injusticias? ¿Se podrá poner de perfil el gobierno Sánchez? ¿O serán necesarios en el futuro nuevos indultos?. Y, ¿hasta cuándo? Todo por no abordar una ley de amnistía, la única medida que sería significativa. Pero para hablar de eso no hay nadie en el otro lado.