Una vez más, y hemos perdido ya la cuenta de las ocasiones en que ha sucedido, las cifras de la Covid se han desbordado y el Govern ha de dar marcha atrás, en muy pocas semanas, en medidas de desescalada que había aprobado. Catalunya encabeza el ranking de contagios en Europa, los centros de asistencia primaria (CAP) están desbordados, las hospitalizaciones aumentan, igual que las entradas en las UCI, y el conseller de Salut, el doctor Josep Maria Argimon, ha reconocido que ni él ni su departamento esperaban estar en esta situación. El virus desconcierta a médicos y políticos, hace levantar el freno por agotamiento de los ciudadanos y, por favor, dejemos de criminalizar a los jóvenes, sin cuyo comportamiento ejemplar durante quince meses habría sido imposible llevar a cabo anteriores desescaladas.

La variante delta ha desbordado los pronósticos con un incremento en vertical en contagios como no se había visto en ninguna de las olas anteriores; las zonas turísticas están con el ay en el cuerpo; los hospitales reevalúan los turnos de vacaciones para las próximas semanas y los ciudadanos no sabemos muy bien si estas medidas serán las últimas y qué margen de reunión tendremos para las próximas semanas en encuentros familiares, que en verano suelen ser muy numerosos.

Y las vacunas son el remedio, pero también empezamos a saber que no son un remedio total, algo que nos habían dicho pero que no habíamos querido procesar. Ni las vacunas son un cheque en blanco para hacer lo que se quiera como antes de la pandemia, ni los jóvenes quedan fuera de las UCI, ya que estos días se está viendo que uno de cada cuatro ocupantes pertenece a la franja inferior a los 40 años. Restauración, ocio nocturno y festivales van a ser los más afectados de esta primera criba de retroceso de la desescalada. Supone un duro golpe para las zonas costeras del país, máxime teniendo en cuenta que difícilmente estamos hablando de un ajuste puntual de un par de semanas, sino que acompañarán buena parte del mes de agosto.

Imponer un cierre total a las 00.30 horas es, en la práctica, un mini toque de queda, aunque no se quieran utilizar estas palabras. Imponer con ello el cierre de espacios públicos en playas o parques hasta las 06.00 am va a comportar importantes problemas en los municipios turísticos que ya veremos cómo resuelven los ayuntamientos. Resumiendo, malas noticias, en el peor momento y comunicadas de una manera más que mejorable: con el Procicat reunido y con muchas dudas sobre la letra pequeña que aún tardaremos horas en conocer.