Si la improvisación y la rectificación han sido las constantes vitales del gobierno español desde que la pandemia empezó a convivir con nosotros y, mal que nos pese, de poco sirve ahora lamentarse de aquellos errores y de la prepotencia exhibida por el ejecutivo de Pedro Sánchez, ahora empezamos a constatar que esta imprevisión va a acompañarnos también en la salida de la fase tres, la llegada del turismo y la movilidad entre comunidades autónomas. El concepto de "nueva normalidad" empieza así a tener sentido: nadie sabe nada de lo que acabaremos haciendo y todo depende del último invento del ministro de turno.

El mando único tiene estas cosas y la cogobernanza de feria no ha cambiado mucho el foco de las decisiones. Este jueves la ministra de Industria y Turismo, Reyes Maroto, no ha tenido otra ocurrencia que avanzar, en un encuentro con corresponsales extranjeros, que España pensaba abrir las fronteras terrestres con Portugal y Francia el próximo 22 de junio. Las terrestres tan solo, no las marítimas o las aéreas, que levantan la prohibición actual el 1 de julio. Horas de caos, incertidumbre del sector turístico, enfado de Portugal por cómo se había conocido la noticia para acabar en una nota "aclaratoria" de la Moncloa volviendo al punto de partida. La nueva normalidad también ha encontrado su palabra en el actual caos y así las rectificaciones son notas aclaratorias.

Sería deseable que el gobierno español dejara de jugar al gato y al ratón cuando están en el aire cientos de miles de puestos de trabajo dependientes del turismo, que ya vive en un estrés inimaginable fuera del sector y que no sabe muy bien cuando abrir, cómo abrir y si le sale a cuenta abrir. Nadie espera de este gobierno que presente un plan de reactivación como ha hecho la canciller Merkel en Alemania que es el más importante desde la posguerra mundial. Con dos ejes fundamentales: lo puede poner ya en marcha porque los alemanes se lo pagan ellos y no esperan ayuda exterior y las viejas recetas de austeridad pasan a formar parte de las hemerotecas y la reactivación vendrá de la bajada de impuestos para favorecer el consumo y una inversión del 4% del PIB, el equivalente a 130.000 millones, generando déficit.

Ya sabemos que no somos alemanes y tendremos que esperar a lo que decida Europa pero, al menos, sí que sabemos contar los muertos que tenemos y no rectificar cada día las decisiones aprobadas el día antes en Bruselas. Si lo hacemos, a lo mejor, alguien nos tomará un poco en serio. Y un último comentario que no tiene un único destinatario: el tema del retorno escolar en septiembre tiene que empezar a ser una de las preocupaciones de todos los gobiernos. Faltan un poco más de tres meses pero si no se acierta al cien por cien las repercusiones serán gravísimas dentro y fuera del ámbito escolar.