Una nuevas y explosivas declaraciones de Corinna Larsen, conocida popularmente como la princesa Corinna, la ex amante del rey emérito, suponen un salto cualitativo en sus denuncias sobre la corrupción sistémica de Juan Carlos I y señalan, por primera vez, directamente a su hijo Felipe VI como participante en todo el entramado de dinero supuestamente ilícito. Sus palabras no pueden ser más demoledoras: "Felipe no puede decir que no tiene nada que ver con eso [el dinero procedente de comisiones en Suiza o directamente opaco en paraísos fiscales] si se ha beneficiado toda su vida. Así que pienso que aquí reside el problema". La denuncia de Corinna zu Sayn-Wittgenstein llega en un momento especialmente delicado para la monarquía española, muy tocada no solo por los casos de corrupción que investiga la justicia suiza, sino también por la crisis institucional que atraviesa la Corona con el gobierno de Pedro Sánchez y sus socios de Podemos, la demanda catalana de abandonar el Estado español y constituirse en república independiente y las acusaciones que el Rey ha recibido de maniobrar contra el Ejecutivo español en concordancia con la justicia y la derecha extrema.

Para mirar de taponar la vía de agua entre la Zarzuela y la Moncloa, en una situación realmente insólita y con pocos precedentes, Felipe VI y Pedro Sánchez se desplazarán este viernes a Barcelona a la clausura del Barcelona New Economy Week (BNEW), una iniciativa para reactivar la economía de Barcelona promovida por el Consorcio de la Zona Franca y que celebra este año su primera edición. Con este acto y otro que tendrá lugar este martes en Madrid, donde coincidirán en la reunión del patronato del Instituto Cervantes, se pretende zanjar la crisis institucional entre el jefe del Estado y el gobierno español y corregir el veto del Ejecutivo a la presencia del monarca en Barcelona con motivo de la entrega de despachos a nuevos jueces el pasado mes de septiembre. Las declaraciones de Corinna vienen a complicar este reencuentro ya que el foco vuelve a ser directamente la corrupción de la monarquía española, a la que ha definido Corinna Larsen como "una empresa familiar que ha funcionado durante 40 años y ha tenido inmunidad por la Constitución". 

Sobre la fortuna de Juan Carlos I dice que es incalculable y, sin aportar una cifra concreta, se limita a dar por buenas la evaluación de los bienes del emérito que hizo el The New York Times de unos 2.300 millones de dólares, una cantidad que puntualiza que no va a rebatir ya que son publicaciones serias que basan sus estimaciones en investigaciones bastante exhaustivas. Prescindiendo del interés que pueda tener Corinna Larsen en la información que está suministrando, es evidente que el caso no puede ser zanjado, como se hace habitualmente, tildándola de ser "una mujer despechada". Eso, en todo caso, no debería ser el objeto del debate sino las duras acusaciones que viene formulando y que afectan de una manera importante a la familia real. Su proximidad durante años a Juan Carlos I, que ella ha documentado de sobras con imágenes de su álbum familiar, la sitúan como una conocedora de secretos de primera mano que no son privados y que afectan directamente a la institución de la jefatura del Estado.

El hedor que emerge de muchos de los comportamientos de estos años será imparable por más que traten de aminorarlo al máximo los denominados antaño medios de referencia, empezando por la prensa de papel. Una de las respuestas de Corinna sobre el papel de los periodistas y la preocupación de Juan Carlos I porque le señalaran no deja lugar a dudas: "Siempre decía, da nombres y nos ocuparemos de ellos". Preocupante.