Iñigo Urkullu y Alberto Núñez Feijóo continuarán gobernando en el País Vasco y Galicia. El primero lo hará por tercera ocasión, aunque sus ocho años de lehendakari quedan aún lejos de los catorce de José Antonio Ardanza; Feijóo, con su mayoría absolutísima, enfilará su cuarta mayoría absoluta y si completa la legislatura, podrá alcanzar los quince años de Manuel Fraga, todo un hito en aquella comunidad. Pero este titular no explica todo lo que ha ocurrido esta noche electoral. Estas son, en mi opinión, las ocho claves de esta jornada electoral.

La primera: la suma del PNV y Bildu logra un récord histórico en el Parlamento vasco. Sus 53 escaños, de los 75 que tiene la Cámara legislativa, superan ampliamente los dos tercios y tienen a su alcance cualquier modificación que quieran llevar a cabo, estatuto de autonomía incluido. El nacionalismo conservador y la izquierda independentista tienen agendas diferentes y votantes compartidos, todo un problema para que trabajen unidos. Lo lógico es que Urkullu revalide su gobierno con los socialistas del PSE y Bildu se instale en la oposición. Pero la marea de fondo existe, aunque no tenga una traducción política. Seguramente no vale la pena prestar atención, pero las izquierdas ―Bildu, PSE y Podemos― suman 38 escaños y un gobierno diferente sería posible. 

Segunda: los partidos de obediencia española se estrellan en Euskadi, tanto si son de derechas como de izquierdas. Sumar 22 escaños entre PSE, Podemos, PP y Ciudadanos es toda una ruina, políticamente hablando. La desconexión vasca es más que evidente, otra cosa es que el concierto económico rebaje mucho lo que serían sus demandas políticas si estuvieran en una situación de asfixia financiera como Catalunya. Con la caja llena, las cosas se ven, ciertamente, muy diferentes.

Tercera: la moderación de Bildu ha tenido premio. Si hace unos años alguien hubiera dicho que Bildu se implicaría en la política española, hubiera sido tildado de ingenuo o de extraterrestre. Hoy eso sucede con una cierta normalidad en el Congreso de los Diputados y los abertzales logran el mejor resultado de su historia en unos comicios. La moderación les ha puesto bajo el brazo un rédito electoral más que palpable y seguro, que es algo a estudiar mucho más en profundidad. Los votos siempre están llenos de matices y los análisis poselectorales siempre destilan cosas bien curiosas.

Cuarta: Feijóo lo ha vuelto a hacer. Cuatro mayorías absolutas dejan poca discusión sobre lo que vota Galicia en unas autonómicas y reafirma una idea ya vieja pero que siempre funciona: el modelo Fraga de partido galleguista y distante de Madrid es garantía de éxito. No ha ganado el PP por más que se anoten la victoria los líderes de la calle Génova y, si no, solo hace falta mirar a Cayetana Álvarez de Toledo, a quien ni se le ha visto en toda la campaña. Vuelve a partir de este lunes el debate sobre si el PP debe ser moderado o radical.

Quinta: el BNG alcanza la segunda posición en Galicia y se come de un bocado a Podemos, que desaparece de la Cámara. Emerge una fuerza a caballo entre PNV y Bildu o entre Esquerra y Junts per Catalunya, con singularidades locales. El desplazamiento del PSdG-PSOE a la tercera posición y a mucha distancia del segundo es toda una novedad y un resultado muy pobre para los socialistas.

Sexta: malos tiempos para los partidos pequeños. Tanto en el País Vasco como en Galicia hay una polarización en el voto que penaliza a las opciones menores. En el Parlamento gallego además han pasado de cuatro a tres fuerzas políticas. La desaparición de Podemos y las mareas en Galicia, que venían de 14 escaños, es una bofetada en toda regla para Pablo Iglesias. En el País Vasco también ha retrocedido de 11 a 6 escaños, una diferencia que siendo muy importante no llega a la alerta roja de Galicia.

Séptima: la coalición que gobierna España entre PSOE y Podemos se ha estrellado en ambas comunidades. En el País Vasco pasan de 20 a 16 escaños y en Galicia de 28 a 15 diputados. Pedro Sánchez no puede estar satisfecho de los resultados alcanzados por más que la debacle de Pablo Iglesias matiza sus pobres cuentas. Pero, al final, el gobierno es uno. Si en el eje nacionalista-unionista el primero refuerza sus posiciones, en el ideológico sigue siendo la derecha clara ganadora.

Octava: Vox entra con un escaño en el Parlamento vasco, al menos provisionalmente, logrado en la circunscripción de Álava con unos 5.000 votos y el 3,80% de los sufragios. En cambio, en todo Euskadi no llega al 2% de los votos y unos 18.000 votos. Es inquietante que ello haya sucedido, pero es acorde con el signo de los tiempos y con lo que sucede en otros países de nuestro entorno. Un aviso también para las próximas elecciones catalanas, ahora ya sí, la próxima cita con las urnas.