Aunque sea por la puerta de atrás, una iniciativa parlamentaria en el Senado ha abierto de par en par un debate que los catalanistas no deberían dejar pasar: ¿por qué no se puede hablar el catalán en el Congreso de los Diputados y en el Senado? Obviamente, no me estoy refiriendo solo a la lengua catalana ya que en el mismo paquete se encuentran el euskera y el gallego. Los antecedentes de las Cortes españolas no permiten ser mínimamente optimistas y que se haga realidad el plurilingüismo del Estado a diferencia de lo que sucede en otros lugares donde el hecho de que haya varias lenguas oficiales permite su uso. Dos ejemplos tan solo: Canadá y Suiza.

Previendo esta situación, los padres de la Constitución ya fueron perspicaces y en su redactado ya beneficiaron claramente al castellano. Así, esta lengua pasó a ser la única oficial "en todo el territorio nacional" y el catalán, vasco o gallego "en sus respectivas comunidades autónomas". Se estableció ya de entrada, por tanto, una oficialidad diferente que tanto daño ha hecho al catalán y que pese a ser una lengua hablada por diez millones de personas tiene un tratamiento legal muy inferior a otras lenguas con menos número de parlantes. En estas circunstancias no es extraño que el Congreso y el Senado hayan quedado como los últimos templos del centralismo lingüístico, del unilingüismo.

Hay una mayoría parlamentaria para tirarlo adelante siempre y cuando el PSOE esté dispuesto a jugar y su posición favorable en la admisión a trámite de una reforma del reglamento del Senado impulsada per Junts per Catalunya da una pequeña pista para no descartarlo. Es obvio que la utilización de todas las lenguas cooficiales en las dos Cámaras supondría un salto muy importante. También un cambio respecto a la posición adoptada hasta la fecha. Y permitiría ligarlo, con una ley audiovisual moderna y respetuosa lingüísticamente hablando, no el anteproyecto de ley que había elaborado el gobierno español y que ha quedado guardado en un armario una vez el independentismo puso el grito en el cielo por la marginación del catalán en las plataformas de televisión.

La oposición de derechas, que ya ha puesto el grito en el cielo, por el hecho de que se haya admitido a trámite la modificación del reglamento del Senado va a ser seguramente la excusa para que el PSOE recoja velas y se distancie de la iniciativa lingüística. Eso, a menos, que Pedro Sánchez, en un nuevo giro de guion, decida plantar cara a Partido Popular, Vox y Ciudadanos, que este mismo jueves ya se han pronunciado abiertamente en contra con viejos argumentos sobre la lengua común del Estado, el coste para el erario público y las preocupaciones del día a día de las familias.

En cualquier caso, bienvenido un debate como este, que siempre permitirá comprobar si los anquilosados engranajes de la política española son capaces de adaptarse a las nuevas realidades. Porque este tema no va de independencia sino de reconocimiento.