Mientras Pedro Sánchez pone cara de no entender nada de lo que ha pasado en Andalucía, Pablo Iglesias, desde su refugio intelectual, habla de que la política es un combate ideológico y no es un mercado de demanda y Esquerra Republicana sigue llamando a la puerta del PSOE para que se arremangue y se siente a dialogar, la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, debe seguir desde algún búnker antiaéreo el cataclismo de la formación naranja. El desplome del partido del odio es tan espectacular que habrá que empezar a olvidarse de la desaparición de la UCD cuando se explique cómo se puede evaporar una formación política y poner directamente a Ciudadanos como ejemplo. La proeza de pasar de 21 escaños a 0, carece de precedentes; como carecía en Madrid pasar de 26 a 0. Visto así, en Catalunya aún salvaron los muebles con aquel pobre resultado de 6 escaños habiendo obtenido, en las elecciones anteriores de diciembre de 2017, 36 parlamentarios, haber ganado los comicios en número de votos y diputados y detentar el cargo de jefe de la oposición en el Parlament.

Ciudadanos se ha evaporado y de aquel grupo de intelectuales que en 2005 apoyaron a Albert Rivera no queda nada. Bueno, quedan sus efectos, todos negativos, y vale la pena recordar cómo se granjearon la complicidad del establishment que les proporcionó recursos suficientes para sus campañas; cómo obtuvieron horas y horas en las televisiones españolas que no les tocaban a cambio de ir contra el catalán y el independentismo y se pasearon por Madrid explicando que ellos gobernarían España y ganarían la batalla del castellano en las aulas. Si la policía patriótica se encargó de las listas negras de independentistas y las fake news para alterar resultados electorales, la prensa patriótica hizo lo propio con el catalán generando un ambiente inventado, un clima irreal, de lo que sucedía con el castellano en las aulas catalanas. La policía patriótica se alimentaba del Partido Popular, entonces en el gobierno español y la prensa patriótica de Ciudadanos que actuó como brazo armado de una política anticatalana.

Al cierre de este artículo no consta que Arrimadas haya dimitido. Tampoco que nadie importante de Ciudadanos le haya pedido explicaciones por el hecho de haber pasado en Andalucía de 661.371 votos (el 18,26%) a 120.870 (3,29%) y convertirse en partido extraparlamentario. Será porque todos, o casi todos, están en el paro político y los que aún no se encuentran en esta situación es, simplemente, cuestión de tiempo, a medida que se vayan cumpliendo los ciclos electorales. La irrelevancia política quiere decir eso: te hundes electoralmente después de haber tenido la oportunidad de tocar el cielo, desapareces de la vida pública y nadie está pendiente de lo que haces y, finalmente, las únicas noticias tuyas que se conocen son las negativas hasta la extinción definitiva.

Si Arrimadas ha quedado literalmente abrasada por el resultado de las urnas, Pedro Sánchez conservará durante un tiempo ese olor a chamuscado que no es otra cosa que el paso previo a perder la presidencia del Gobierno. Veremos cuánto tiempo pasa en hacer su primer movimiento, un cambio profundo en el Consejo de Ministros que servirá de bastante poco ya que todas las piezas del puzle están colocadas de una manera desfavorable. Su camino se parece mucho al de José Luis Rodríguez Zapatero en 2010, cuando recibió la estocada definitiva que le expulsaría de la Moncloa en noviembre de 2011. En el siempre bullicioso Madrid de las conspiraciones, el capital político de Sánchez ha pasado a ser inexistente y su futuro político huele más a un cargo europeo y un cabeza de cartel diferente en el PSOE en las próximas elecciones españolas. Otro Feijóo, vamos.