Cuesta realmente de entender que una tragedia como la del incendio del bloque de pisos de València, que ha causado ya nueve muertos, se haya podido llegar a producir. Las imágenes dantescas que hemos podido ver en directo y la velocidad con la que se ha propagado el fuego en el inmueble parecían más propias de una película de terror que de una escena real. El desolador panorama del día después, con muertos, ruinas, tragedia y más de 400 vecinos afectados, lleva a preguntarse qué es lo que ha fallado y si el trabajo de inspección de las administraciones era el adecuado. Porque, en estos casos, es necesario encontrar respuestas. De la misma manera que es inevitable exigir que detrás de este movimiento de solidaridad que se produce inevitablemente con las víctimas haya también un acompañamiento cuando las cámaras de televisión desaparezcan, que será muy pronto, y las lágrimas que permanezcan solo sean de los perjudicados.

Parece obvio que en algún engarce de la cadena de seguridad del edificio algo no era correcto y el peligro no fue detectado a tiempo. Ahora, todo el mundo parece saber de placas de aluminio y del efecto chimenea, que, con el fuerte viento, habría propagado rápidamente el fuego. Puede ser que sea así. Pero, ¿nadie pudo hacer en su momento un análisis similar? ¿Era necesaria una tragedia como esta para que surgiera el debate público? ¿Por qué no se hizo nada en un incendio que evoca inevitablemente al que se produjo, en 2017, en la torre Grenfell de Londres, cuando perdieron la vida 72 personas? Han pasado casi siete años de la tragedia londinense que también acabó calcinada. En aquella ocasión, se concluyó en la investigación que el origen del fuego estuvo en el fallo eléctrico de un frigorífico en una de las viviendas de la cuarta planta. Pero el resultado fue que avanzó rápidamente por el exterior del edificio, que también tenía un revestimiento compuesto de placas de aluminio y de un aislamiento exterior, altamente inflamable.

Ahora el gobierno de Pedro Sánchez deberá catalogar cuántos edificios corren este mismo riesgo en caso de incendio si quiere prevenir futuras tragedias

Si las conclusiones oficiales acaban arrojando luz y el resultado es equiparable al de Londres, habrá que crear como se hizo en la capital inglesa un inventario para conocer cuántos edificios cuentan con este tipo de revestimiento. Estas últimas horas, hemos leído, recuperando aquel caso de 2017, que se descubrió que había aproximadamente dieciséis mil apartamentos privados que todavía tenían un revestimiento exterior similar al que propagó el incendio de Grenfell. Con este ejemplo con el que poder comparar, ahora el gobierno de Pedro Sánchez deberá catalogar cuántos edificios corren este mismo riesgo en caso de incendio si quiere prevenir futuras tragedias. Son muchas las familias que, en estos momentos, deben estar seriamente preocupadas porque lo que ha sucedido en València no acabe pasando en el edificio en el que viven.

Una última reflexión. No es ningún secreto que los continuos booms inmobiliarios producidos en España han ocasionado más de un problema con los materiales y el final de las construcciones tras una época de crisis. Y el litoral mediterráneo, de manera especial el levante, ha sufrido especialmente obras inacabadas con constructoras que dejaron el trabajo a medio hacer porque no pudieron hacer frente a los compromisos adquiridos. Ya sabemos cómo acabó aquello, porque tampoco hace tantos años, el papel de los bancos y más tarde los fondos buitre. El caso de València nos sitúa de nuevo ante el espejo de unas normativas que igual no son las adecuadas. O incluso peor si nadie hizo que se cumplieran al pie de la letra. Veremos qué dirán las investigaciones que ya están en marcha, pero es exigible llegar a saber toda la verdad y adoptar urgentemente medidas para que no vuelva a pasar.