La cumbre francoalemana que se ha celebrado este fin de semana en el marco de la celebración del 60 aniversario del tratado entre ambos países ha servido para aclarar algunas cosas respecto a la guerra que se libra en Ucrania. La más importante, el compromiso de aumentar la ayuda militar a Kiev el tiempo que sea necesario y mirar de devolver a las tropas rusas a casa lo antes posible. Superados los once meses de conflicto bélico, las noticias siguen siendo muy malas para Putin, que desesperadamente cambia una y otra vez de responsables militares, realiza anuncios inquietantes para la población civil de nuevos reclutamientos y no encuentra un marco estable de alianzas con China, por ejemplo, con el que poder cambiar el rumbo de la guerra.

Zelenski sigue dominando la escena de alianzas europeas, además de contar con una muy buena interlocución con la administración Biden. En el plano económico, las malas noticias del principio del conflicto han dado paso a una situación de cierta estabilidad con países, como por ejemplo España, que han esquivado la recesión gracias a una reducción de la tarifa eléctrica. Lo cierto es que el pesimismo en muchas economías se ha amortiguado haciéndose nuevas previsiones para 2023.

Lo más preocupante del conflicto bélico sigue siendo que no se le ve un final, ya que la diplomacia ha desaparecido del terreno de juego, Europa no está suficientemente capacitada para imponer unas condiciones a las dos partes en litigio y Estados Unidos ha encontrado alicientes económicos suficientes para alargar la situación actual. Todo ello contribuye a que no se pueda ver la luz al final el túnel y que los diferentes países del viejo continente trabajen con agendas que no contemplan un final de la guerra a corto plazo. 

Tendremos, mientras tanto, que conformarnos con esta guerra de guerrillas de noticias sorprendentes, como la que publicaba este domingo The New York Times, que atribuía a agentes rusos el envío de seis cartas bombas a España durante el pasado mes de noviembre y principios de diciembre, y que causó una gran preocupación. Según el diario norteamericano, el objetivo era demostrar que Rusia podía llevar a cabo ataques terroristas en toda Europa. Se trataría de una de las oficinas de inteligencia más agresivas del Kremlin y entre sus miembros están veteranos de guerra.

Es un hecho aislado, ciertamente, y no se ha repetido en ninguna otra cancillería europea. Una buena noticia en un marco de una guerra extraña a pocos kilómetros nuestros y que hace mucho tiempo que dura.