No le será fácil a Carles Campuzano olvidarse de su visita el pasado domingo a Santa Coloma de Gramenet. El flamante conseller de Drets Socials que llegó al cargo el pasado mes de octubre como independiente para suplir la salida de Junts del Govern, casualidades de la vida, muchos de ellos compañeros suyos de su pasada vida en Convergència Democràtica, se ha visto envuelto en una polémica por falta de reflejos. No supo salir a tiempo del campo de minas que acabaría siendo una promesa del diputado y candidato de ERC a la alcaldía, Gabriel Rufián, referente a la construcción de una segunda residencia para gente mayor. Un tuit de Esquerra el lunes amplificaba aún más la confusión entre un acto de partido y uno de Govern: "El cabeza de lista de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, y el conseller de Drets Socials, Carles Campuzano, acuerdan la segunda residencia pública de gente mayor en Santa Coloma de Gramenet si los republicanos somos decisivos en el próximo mandato".

Campuzano, diputado en el Congreso durante 23 años y otros dos en el Parlament, además de president de la JNC antes que Josep Rull, al que cedió el testigo, no es ni mucho menos un político inexperto. Está bregado y su currículo lo avala. Siempre interesado por temas sociales, es posible que pensara que lo que escuchó de Rufián o la reacción de Esquerra no fuera tan diferente al lenguaje que empleaba un histórico de Convergència en los años ochenta y noventa y que ocupó durante muchos años la conselleria de Benestar Social, Antoni Comas. Eran otros tiempos, ciertamente, y a Comas le funcionó hasta que la propia CDC tuvo que cambiar de sistema tras permanentes acusaciones de estar creando una red clientelar. 

Ahora Campuzano deberá explicarse en el Parlament y tratar de sortear con habilidad el jardín en el que está metido. Junts le espera con ganas y pide incluso su reprobación como conseller. El PSC, siempre más prudente aunque también crítico, espera a conocer qué explicaciones da. Y los comuns tampoco están nada contentos. La campaña electoral municipal que está en marcha y los comicios, a poco más de dos meses, el domingo 28 de mayo, marcarán el nivel de confrontación que se vaya a producir y veremos qué parte de los platos rotos acaba pagando. Todo ello, en un momento en que las encuestas no son precisamente halagüeñas para los republicanos, que aparecen relegados al cuarto lugar en Barcelona después de haber ganado los comicios de 2019. La aparición de Xavier Trias ha removido las aguas del estanque barcelonés hasta el extremo de que los papeles parecen invertidos entre el exalcalde y Ernest Maragall.

En el trasfondo de estas batallas está también la aspiración de Esquerra de amarrar la Diputación de Barcelona y de ahí su apuesta radial por enviar pesos pesados del partido a sitios estratégicos y ayudar a reforzar el número de diputados provinciales. En esa vieja idea, figuras como Rufián, no especialmente feliz con los planes del partido y muy especialmente de Oriol Junqueras, eran importantes no tanto para disputar la alcaldía a la socialista Núria Parlon —el PSC tiene 17 de 27 y ERC tres—, sino para mejorar los resultados de 2019 para la Diputación en la que los socialistas alcanzaron 16 sitios hace cuatro años, de los 51 que componen el organismo provincial, y los republicanos otros 16. Repitiendo los mismos concejales en la ciudad de Barcelona, la presidencia era un objetivo posible, pero ahora si se deshincha la capital, se pone más en duda.

Y Campuzano aparece como un daño colateral en una campaña, y eso tampoco es una novedad, en que todos se juegan muchas cosas.