Miquel Valls se había despedido de la Cambra de Comerç de Barcelona, la que había sido su casa durante 17 años, hacía justo tres meses, después de la sacudida independentista que echó al establishment de la institución. Sólo dos días antes de su muerte, se proclamaba presidente del Consell General de Cambres de Catalunya Joan Canadell, cargo que él también había ocupado. El eterno de la Cambra, el rey de la casa cameral, uno de los de siempre de la burguesía catalana, Miquel Valls, ha muerto la madrugada de este domingo a causa de una enfermedad.

La noticia no ha cogido por sorpresa a sus allegados, que conocían el estado de salud de Valls, quien ya no fue este viernes a hacer el relevo de la presidencia en el Consell de Cambres. Valls, economista y empresario, dedicó media vida al sector metalúrgico y al grupo empresarial de su familia, y la otra media a la institución cameral.

De hecho, durante los 17 años de Valls al frente de la Cambra de Comerç barcelonesa contó, prácticamente hasta el final, con el apoyo del establishment y la burguesía que controlaba la institución. Fueron los últimos meses cuando, con el nerviosismo para encontrar a un delfín ―Valls no se podía volver a presentar a la presidencia cameral― y las pugnas para cambiar la manera de hacer las cosas, empezaron a aparecer las disidencias internas.

Unas disidencias que acabaron con un pleno transformado, en el que tanta lucha interna y un fervor del empresariado para poner sobre la mesa el procés independentista dieron la vuelta a las elecciones camerales y situaron la candidatura independentista Eines de País, impulsada por la ANC, en la dirección de la Cambra. Una sacudida para el establishment, que perdió la silla y el control, y también para Valls, quien prudentemente decía en público "que gane el mejor", pero no es ningún secreto que la lista encabezada por Joan Canadell no era santo de su devoción.

Controversias

Con respecto a la política, Miquel Valls prefería no mojarse. "Yo soy empresario, no político", había lanzado a menudo. Los últimos meses de su mandato, si se le preguntaba por los intereses políticos en la Cambra, Valls hacía ademán de no haber roto nunca un plato y respondía con firmeza que "la Cambra no ha sido nunca sometida a ningún interés político". Cuando algún periodista hacía una pregunta un poco punzante, se dirigía con una sonrisa a los labios y una respuesta como si no fuera con él. Y también de esta manera se marchó de la Cambra, con una sonrisa y un "hasta la vista", como si al día siguiente tuviera que volver.

Con todo, era sabido que la línea independentista no era la suya, cosa que se puso de manifiesto en las disputas con la consellera de Empresa, Àngels Chacón, a la hora de escoger a un candidato a presidir la Fira de Barcelona. De hecho, los críticos con Valls se quejaban de la poca fuerza de la Cambra a la hora de defender Catalunya, principalmente con respecto a infraestructuras y al déficit fiscal, que siempre se había hecho con la boca pequeña y falta de liderazgo, acusándolo de ser "seguidista con las soluciones que vienen de Madrid". Seguramente también fue eso lo que revolucionó al empresariado, que respondió votando en masa al independentismo de cara el nuevo mandato.

Sea como sea, hay algo que incluso los críticos alaban de Valls. Fue el 2010, cuando Valls llevaba ya 8 años al frente de la institución, que el presidente Zapatero cambió la ley de financiación cameral y sacó la cuota obligatoria al empresariado, cosa que hizo traquetear la estructura de la institución, dejándola con el agua al cuello. A Miquel Valls se le alaba "los esfuerzos que hizo por mantener la Cambra en pie" y evitar que cayera la institución por falta de dinero.

Hoy, después de saberse la noticia, las condolencias del mundo empresarial y político catalán no dejan de hacer hervir los medios. Y es que 17 años de presidente de una institución como es la Cambra, son muchos años. La Cambra ha empezado una nueva etapa, diferente, rejuvenecida y claramente independentista. Ahora es momento para Miquel Valls de descansar en paz.