Xabi Alonso ha empezado a marcar territorio en el vestuario del Real Madrid. No todos están cómodos con su manera de trabajar. No todos encajan en su libreto. Y uno de los grandes damnificados es Aurélien Tchouaméni. El técnico vasco lo tiene claro: no le convence. Ni por ritmo, ni por carácter. Y eso, en un equipo como el Madrid, es sentencia.
Durante la etapa de Carlo Ancelotti, el francés fue intocable. El italiano lo defendía incluso en los peores momentos. Le daba confianza. Le ponía como ejemplo de compromiso. Pero esa etapa ha terminado. Con Xabi Alonso, la meritocracia manda. Y si alguien no cumple, se sienta. Así de simple.

Tchouaméni ha dejado de ser intocable
En Valdebebas ya se empieza a percibir el cambio. El nuevo entrenador exige intensidad, rapidez mental y una lectura de juego inmediata. Y ahí Tchouaméni no termina de responder. Sus pérdidas de balón, sus decisiones lentas y su dificultad para adaptarse a las transiciones le están pasando factura. Xabi lo observa en silencio. Toma nota. Y ya ha pedido un recambio.
En los despachos, según varios medios de Madrid, el nombre que suena con más fuerza es el de Chema Andrés. Formado en la cantera blanca, ahora brilla en el Stuttgart. Un mediocentro de 20 años, alto, táctico y con una personalidad que recuerda a los viejos pivotes de la casa. Su rendimiento en Alemania ha sido espectacular. Liderazgo, precisión y carácter. Todo lo que Alonso busca.

En el Real Madrid ya le buscan relevo
La dirección deportiva sigue su evolución de cerca. Y la operación parece sencilla: el Madrid conserva la mitad de sus derechos y podría recuperarlo por apenas 10 millones de euros. En un mercado donde los precios se disparan, esa cifra es un regalo. En Chamartín ya se habla de su regreso como una cuestión de tiempo.Y eso deja claro el mensaje: Tchouaméni no seguirá si no da un giro radical.
El centrocampista ya no tiene la protección de Ancelotti. Y Xabi no es de los que tapan. No disfraza los errores. Si no encajas, te vas. Y aunque el francés fue pieza clave en el pasado, su tiempo parece agotarse.
El vasco no quiere futbolistas que vivan de la etiqueta. Quiere jugadores que se ganen el puesto cada semana. Lo repite en privado y lo demuestra en el campo. Para él, los nombres no valen, solo el rendimiento. Por eso el mensaje ya ha llegado al vestuario: nadie es intocable. Ni siquiera los que antes lo fueron.