Ya nadie duda que Lamine Yamal se ha convertido en uno de los mejores futbolistas del mundo. Con solo 18 años, el joven del Barça vive una madurez acelerada y poco habitual, consolidado como estrella blaugrana, vistiendo el dorsal 10 y acumulando experiencias que muchos jugadores no viven hasta bien entrada su carrera. En una entrevista a 60 Minutes de CBS, Yamal repasa sus orígenes, su identidad deportiva y su momento actual.

Rocafonda y la posibilidad de jugar con Marruecos

El jugador recuerda su infancia en Rocafonda, en Mataró, un barrio que describe como un lugar sin grandes recursos y que, según él, puede ser “olvidado por los demás”, pero nunca por su propia gente. Señala que estos entornos, lejos de las zonas acomodadas de Barcelona, son espacios donde se forman vínculos fuertes, donde todo el mundo lucha por tener una vida mejor y donde él mismo creció orgulloso de su comunidad. Recuerda también la incertidumbre de muchos jóvenes del barrio, que no sabían qué futuro les esperaba, y cómo el fútbol era para todos una vía de expresión y de igualdad.

Lamine Yamal celebrando un gol con el Barça / EFE

En este contexto, Lamine explica que la posibilidad de jugar con Marruecos —el país de su padre— existió, especialmente después de que llegaran a las semifinales del Mundial. Admite que lo valoró, pero que en el momento decisivo nunca tuvo dudas. “Siempre he querido jugar una Eurocopa y siempre he sentido España como mi país. Me he criado aquí”, afirma. Aun así, deja claro el afecto hacia la otra parte de su identidad: “También es mi país y no habría sido nada extraño jugar allí. Siempre lo llevaré dentro”. Ya campeón de la Eurocopa, su gran objetivo es ahora el Mundial. Se muestra ilusionado y convencido de que la selección llega “como candidata real” y de que él mismo vive su mejor momento.

“No quiero ser Messi. Quiero ser yo”

Aunque su nombre se ha vinculado inevitablemente con el de otros grandes talentos, Lamine mantiene una relación serena con estas comparaciones. Admite que el tema Messi “siempre aparece” pero rechaza cualquier paralelismo. Para él, el argentino es “el mejor de la historia” y merece un respeto absoluto, pero deja claro que no pretende imitarlo ni seguir su sombra: “No quiero ser Messi. Yo quiero seguir mi camino. No llevo el 10 por él, sino por mí”.

Lamine Yamal celebrando un gol contra el Rayo Vallecano / Foto: EFE

Una estrella que quiere divertir, no batir récords

Una de las ideas que más repite es que el fútbol es, ante todo, alegría. Explica que su objetivo no es marcar millones de goles ni perseguir estadísticas, sino cambiar el día de la gente, emocionar y generar ilusión. Define su juego como “divertido”, basado en la confianza y en afrontar cualquier defensa sin miedo, incluso cuando tiene tres rivales delante. “Sería otro jugador si siempre la pasara. Yo intento resolver y dar espectáculo, pero siempre haciendo lo mejor para el equipo”.

Su vínculo con el balón es casi sentimental. Recuerda los trayectos largos en tren con su padre para entrenar con el Barça, los madrugones, la manta y el hambre de la vuelta. También las horas jugando en la calle, cuando provocaba que la gente sentada en los muros del campo se levantara sorprendida por una jugada. A pesar de toda la atención que recibe, insiste en que no siente la presión. Cree que la verdadera presión es la que vivieron sus padres, jóvenes y con responsabilidades familiares. Él, en cambio, se considera afortunado: “No puedo sentir presión por jugar al fútbol”.