El Real Madrid ganó al Alavés. Tres puntos importantes que son una botella de oxígeno. Pero la sensación vuelve a ser amarga. El juego no convence. El equipo se parte. Se encierra. Sufre más de la cuenta. Y deja claro que el problema va mucho más allá del marcador. La victoria no tapa nada. Solo aplaza el debate.
El foco vuelve a señalar a Xabi Alonso. El técnico sigue en el alambre. Cada partido es un examen. Cada decisión, un conflicto. Quiere imponer su idea. Quiere corregir errores. Pero no siempre puede. Hay límites. Hay nombres que pesan demasiado. Y eso está desgastando el vestuario.

El peor Bellingham desde que llegó al Real Madrid
Uno de los nombres que genera conflicto es Jude Bellingham. Un futbolista clave. Pero también cuestionado. Forma parte del grupo que no conecta con el método del entrenador. No le gustan las rutinas. No comparte la planificación. No siente el plan como propio.
El problema es deportivo. Y también emocional. Bellingham no está bien. No marca diferencias. No genera peligro constante. No presiona como antes. No lidera. No mejora alternativas como Arda Güler. Sus números caen. Su influencia desaparece. Y la afición empieza a perder la paciencia.
Sin embargo, juega siempre. Siempre es titular. Pase lo que pase. Y ese trato especial genera ruido en el Real Madrid. Dentro y fuera del vestuario. Hay compañeros y buena parte de la afición que no entiende por qué Bellingham no rota. Por qué no descansa. Por qué no se le exige lo mismo. La sensación de privilegios empieza a extenderse. Y cuando eso ocurre, el vestuario se rompe.

Presiones externas para que juegue Bellingham
Las críticas crecen. El Bernabéu murmura. Muchos piden banquillo. Una suplencia puntual. Un toque de atención. Pero eso no sucede. Xabi Alonso no puede sentarlo. No porque no quiera. Sino porque no le dejan. Las órdenes llegan desde arriba.
Desde la Cadena SER se deslizó una información incómoda. Un secreto que explica muchas cosas. El entorno de Bellingham presiona mucho. Su padre y agente realiza llamadas constantes con quejas y exigencias. El mensaje que llega al Madrid es que Jude tiene que jugar siempre. Y eso condiciona todo.
Florentino Pérez quiere evitar otro incendio. Ya hay demasiados frentes abiertos. Por eso protege al jugador y limita al entrenador. Pero esa decisión tiene un precio. Y ese precio es el equilibrio interno. Los compañeros lo saben. El cuerpo técnico lo sufre. El ambiente se enrarece. Y mientras tanto, el equipo es como si jugara con uno menos.