¿Cuántos recuerdos de verano tenemos asociados, casi sin darnos cuenta de ello, a alguna Eurocopa? La competición futbolística de naciones más importante de Europa es como las mosquiteras, la crema solar o el café con hielo: un elemento común de los veranos que puntualmente, cada cuatro años, a finales de junio permite a los enfermos del fútbol pasarse un mes entero pendientes cada tarde del televisor, provocando que un duelo aparentemente intrascendente entre selecciones tan remotas como Noruega y Austria pueda convertirse en un partido vibrante para alguien nacido quizás en Sant Hilari Sacalm. Este año el coronavirus ha obligado a suspender la Eurocopa 2020, la primera de la historia que se tenía que disputar de forma itinerante en varios países a la vez y que, de momento, se ha aplazado hasta el próximo año. Con el fin de asegurar la finalización de la Liga y de la Liga de Campeones, el fútbol europeo ha tenido que prescindir del torneo de selecciones más carismático del continente, por eso en ElNacional.cat queremos rememorar los cuatro momentos más inesperados de la historia de las Eurocopas.

Porque la Eurocopa, seáis o no seáis amantes del fútbol, tiene alguna cosa que no se puede negar: la capacidad de hacernos creer que los sueños son posibles y que el fútbol también es capaz de hacer vivir todo un país entero, durante algunas semanas de verano, dentro de un cuento de hadas.

1. El penalti más famoso de todos los tiempos

Belgrado, 20 de junio de 1976. Después de empatar 2-2 durante los noventa minutos, Checoslovaquia y Alemania Federal se disputan el campeonato de Europa en la fatídica tanda de penaltis. A una lado, la poderosa Alemania de Beckembauer, Maier, Vogts, Hoeness o Müller, actual campeona del mundo y columna vertebral de un Bayern de Munich que encadena tres Copas de Europa consecutivas; en el otro, la modesta selección checa donde sólo dos de sus hombres juegan fuera de las fronteras de la antigua Bohemia. Al llegar a la última ronda de penaltis y con un marcador de 4-3 para los checos, Antonin Panenka tiene la opción de proclamar campeona su selección si marca el tiro decisivo. No tiene bastante, sin embargo, con chutar el penal más importante de su vida. No tiene bastante en saber que es el chut más importante de la historia de su país. Atrevido, ambicioso y fabulosamente loco, decide convertir aquel penalti en el más famoso de la historia del fútbol: se acerca a la pelota y la pica ligeramente, engañando absolutamente al portero alemán, que ya des del suelo observa cómo la pelota entra plácida y calmadamente en el fondo de la red mientras Panenka se convierte ya para siempre en un mito del fútbol retro capaz de bautizar, décadas más tarde, la mejor revista futbolística editada en el mundo en castellano.

2. La camiseta más bonita del mundo

Hay camisetas de fútbol preciosas, y hay que con el tiempo todavía se vuelven más bonitas gracias al recuerdo que representan. El año 1988 la selección holandesa disputó la Eurocopa de Alemania con una de las equipaciones más recordadas de la historia del fútbol, una camiseta soñada por Braque y Picasso y que con los años se convertiría en un icono retro por su diseño, sencillo pero cautivador. La camiseta de aquella Holanda entrenada por Rinus Michels y con un joven Ronald Koeman a la defensa ha pasado a la historia por su diseño cubista, sí, pero sobre todo por ser la camiseta con la que Marco Van Basten marcó el gol más imprevisible de la historia de las Eurocopas: en la segunda parte de la final contra la Unión Soviética y con 1-0 en el marcador, el delantero del Milan que Cruyff tantas veces quiso fichar por el Barça sin llegar a conseguirlo enganchó de primeras un centro que nadie esperaba que rematara. La clásica pasada que parece que no tenga que llevar a ningún sitio, sin embargo, se convirtió en un remate de volea desde el extremo del área que hizo una parábola perfecta, entrando por toda la escuadra y asegurando el triunfo de Holanda por primera y última vez en una competición continental, curiosamente encima del mismo césped donde catorce años antes la naranja mecánica de Cruyff había perdido contra Alemana Federal la final de un Mundial en que el equipo que pasó a la historia fue el perdedor.

3. Ganar la Eurocopa estando de vacaciones

El verano de 1992, mientras en Barcelona se preparaban los Juegos Olímpicos, en los Balcanes se seguía entregando una guerra fratricida entre las naciones de la antigua Yugoslavia. A raíz de la contienda, la FIFA impidió que la selección yugoslava disputara competiciones internacionales mientras durara el conflicto, y escasos días antes del inicio de la Eurocopa de Suecia, la UEFA tuvo que invitar a una selección no clasificada a fin de que fuera el 8.º equipo participante a la cita: Dinamarca. El discutido seleccionador, Moller Nielsen, fue llamando uno por uno a todos los jugadores, pidiéndoles que abandonaran sus vacaciones, hicieran las maletas y se prepararan para disputar el torneo. De entre ellos, la gran estrella nacional se negó a participar: Michael Laudrup, proclamado campeón de Europa con el Barça hacía escasos dos meses y muy crítico con la filosofía de juego del seleccionador danés, declinó la oferta y se negó a participar en una Eurocopa en la que Dinamarca era claramente el combinado más débil. Lo que ni Laudrup, ni Moller Nielsen ni seguramente nadie se esperaba, sin embargo, era que dos semanas más tarde la selección danesa habría sido capaz de superar la fase de grupos y de plantarse en la gran final después de eliminar la Francia de Ginola, Cantona, Deschamps o un ya veterano Platini. En la final, disputada contra la siempre favorita Alemana, aquel equipo invitado a última hora y que había venido a participar sin hacer una preparación física para el torneo se impuso contra todo pronóstico a los germanos con un estelar Peter Smeichel bajo palos y un brillante Bryan Laudrup -el hermano de Michael- en la delantera, consiguiendo el primero y único título de la historia del fútbol danés en un verano tan inolvidable que en Dinamarca, hace tres años, hicieron una película titulada Verano 1992 para rememorarlo.

4. El triunfo épico de los hijos de Zeus

Etimológicamente hablando, la palabra 'épica' significa "historia que representa hechos legendarios", por eso es imposible no utilizarla para recordar el verano que Grecia se proclamó contra todo pronóstico campeona de Europa. Lo hizo, además, de forma puramente épica, ganando todos los partidos por la mínima, basando todo su potencial en la defensa y, sobre todo, ganando a Portugal en la final, el equipo anfitrión y gran favorito para levantar el título. Ares y Atenea, hijos de Zeus, eran considerados por la mitología griega como los dioses de la guerra; Ares representaba la valentía, la fuerza incansable y la virilidad, mientras que Atenea era el ejemplo de la estrategia y la sabiduría, elementos todos ellos que aquel equipo entrenado por el veterano Otto Rehagel y que no tenía ningún jugador de renombre en el once titular pusieron en práctica durante la Eurocopa de Portugal, eliminando primero a España, después a la poderosa Francia de Henry y Zidane, a semifinales la República Checa de Nedved, Köller o Baros y en la final, en un estadio Da Luz lleno hasta la bandera de portugueses, a la Portugal de Figo, Deco y Cristiano Ronaldo, que sobre el césped de Lisboa y con unas lágrimas que recordaban a las de Aquiles lloraba desconsoladamente mientras Karagounis, Zagorakis, Nikopolidis, Charisteas y el resto de los hijos de Zeus de quien nunca más supimos nada levantaban el título de campeones.