Cuando, hace cosa de un año, Aissata M’ballo me habló del proyecto que estaba impulsando con Diana Rahmouni, la idea no me acabó de convencer. Crear una editorial centrada en publicar “voces racializadas o de ascendencia migrante” —que es lo que, por cierto, se propone hacer Jande— podía ser una idea original, pero escapaba de mi foco de interés. Siempre he pensado que, como decía la monja de La gran bellesa, las raíces son importantes y supongo que es por eso que, en el ámbito de la creación literaria, el desarraigo que causan los fenómenos migratorios me parece más un reto que una virtud. Cuando tu vínculo con la tradición se ve amputado es mucho más fácil caer en la propaganda, en la adopción de las modas del momento. De ahí que el comunismo fuera especialmente popular entre los judíos asimilados y laicos de principios del siglo XX o que la literatura en castellano de Barcelona haya envejecido tan mal. Desde las banlieues de París se pueden escribir poemas furiosos, memoirs con cierta gracia, pero costará que salga un Proust, como costaría que saliera uno de mi estimado Hospitalet o de las antiguas ciudades alemanas de la Polonia occidental.

Todo es una cuestión de equilibrio

De ahí que mis expectativas respecto a Què en diré del dia d’avui, primera novela que Youssef El Maimouni (Ksar el Kebir, 1981) publica con Jande, fueran limitadas. En alguna entrevista le había oído decir que su principal referente literario era Jean Claude Izzo, cronista de los bajos fondos marselleses e inspirador de Nadie salva a las rosas, una historia sobre migración, crimen y transexualidad ambientada en la Barcelona de 2023. Esperaba, por tanto, encontrarme con una versión catalanizada de La Haine o de Athena o algo por el estilo, entretenida pero fugaz, potente pero desarraigada, pretendidamente rupturista pero un poco moralizante. He de reconocer que me equivocaba, porque, aquí, las referencias son otras. Aunque El Maimouni escribe en catalán —se crió en Coma-ruga—, Què en diré del dia d’avui se lee como una (buena) traducción, es decir, como un texto arraigado, producto de una cultura definida, con sus referentes propios. Ambientada en un Tánger atemporal y fantasmagórico, sus páginas nos llevan a un restaurante misterioso donde tres escritores —a los que el autor bautiza como Gris, Marró y Negreblanc— y una mujer de físico camaleónico comen y beben ante la mirada espantada de un camarero confuso y primerizo que, como el lector, no acaba de entender qué está pasando.

Lo que convierte Què en diré del dia d’avui en un libro interesante son los párrafos en los que el autor escapa del aburridísimo debate sobre la separación entre el autor y la obra y se centra en construir la atmósfera cargada e hipnótica de los callejones oscuros del norte de África

Un crítico perezoso, con una vida menos ociosa que la mía, mencionaría aquí el mundo literario de Samuel Beckett, con quien el aire enrarecido de esta novela corta presenta ciertas semejanzas. Ahora bien, una mínima búsqueda nos permitirá ver que las influencias presentes en el texto hay que buscarlas en autores como Mohamed Xukri, escritor marroquí que parece inspirar al personaje de Marró, y Jean Genet, literato francés que pasó gran parte de su vida en Tánger y que podría ser el heterónimo de Negreblanc. Venidos ambos de ambientes pobres y desestructurados, Xukri y Genet compartieron años de tertulias en restaurantes similares a aquel en el que transcurre la acción de Què en diré del dia d’avui y sus historias personales encajan bastante bien con las que se nos cuentan en el libro. Esto ocurría en los años setenta, cuando en la ciudad marroquí no era extraño encontrarse con figuras como Paul Bowles o Juan Goytisolo, representantes de una generación de escritores que, en Tánger, encontraron tanto un refugio espiritual como una forma de canalizar sus pulsiones más bajas.

JND05. Que╠C en dire╠u Cierne
Cubierta de Què en diré del dia d'avui, el debut en catalán de Youssef El Maimouni

Esta ambivalencia, la de los europeos oprimidos en sus países de origen a causa de su sexualidad, pero que, gracias a sus recursos económicos, podían comprar los jóvenes cuerpos del tercer mundo con total impunidad, es uno de los temas más recurrentes en el libro, pero no el principal. Si la novela de El Maimouni estuviera centrada en eso, no pasaría de ser una versión exótica de las polémicas que surgieron alrededor de la supuesta pedofilia de Joan Ferraté o de los manifiestos de dudosa moralidad firmados por Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre cuando el sexo con menores parecía un símbolo de modernidad. Lo que convierte Què en diré del dia d’avui en un libro interesante son los párrafos en los que el autor escapa del aburridísimo debate sobre la separación entre el autor y la obra y se centra en construir la atmósfera cargada e hipnótica de los callejones oscuros del norte de África. Pero quizás lo más destacable es la discusión sobre las raíces que introduce al final del texto.

Es justo recordar que, de la misma manera que las raíces son imprescindibles para escribir de forma articulada, su fuerza es, también, capaz de bloquear el talento literario

En cierto momento, Negreblanc (AKA Genet) acusa a Marró (AKA Xukri) de no valorar suficientemente el Corán, de no entender que, sin “una conversación honesta y filosófica con la semilla de tu cultura” no puedes crear nada que valga la pena. Marró lo manda a paseo, recordándole los impedimentos para el desarrollo artístico que imponen regímenes como el marroquí sobre cualquiera que tenga ideas discordantes con el statu quo islámico. Es tan solo un fragmento, un instante dentro de la conversación larga y enrevesada que atraviesa la novela, pero la cuestión que plantea me parece la aportación más relevante de este libro. He comenzado hablando sobre la importancia de las raíces, pero es justo recordar que, de la misma manera que estas son imprescindibles para escribir de forma articulada, su fuerza es, también, capaz de bloquear el talento literario. Al fin y al cabo, todo es una cuestión de equilibrio, en la adopción de la distancia justa entre el autor y el objeto que quiere representar. En este sentido, cuanto mayor sea la distancia entre la lengua que usas para escribir y la realidad que pretendes representar, mayor será el abismo y más tendrás que refinar tus habilidades de funambulista. Sin escribir una obra maestra, El Maimouni ha salido bastante bien parado. Habrá que ver cómo lo hacen los próximos autores que Jande vaya aportando al mercado. Los resultados no se los garantiza nadie, pero el espectáculo está asegurado.