El catalán vive una emergencia social: el uso real de la lengua se reduce, especialmente entre los jóvenes y en ámbitos clave como la educación, la justicia o el mundo digital. Nada que no sepamos. Ante esta realidad, la Generalitat ha impulsado el Pacte Nacional per la Llengua (PNL), presentado como una estrategia transversal para reforzar el catalán como lengua de cohesión y de futuro. Hasta aquí, todo bien, ¿no? El documento marco incluye 21 ámbitos de intervención, más de 200 acciones y un presupuesto de 255 millones de euros hasta 2030. El Pacto tiene puntos fuertes, como su visión amplia y el intento de actuar sobre sectores diversos, desde el comercio hasta la inmigración o el mundo digital. Esta transversalidad es positiva, pero nadie sabe cómo será su implementación real.
La retórica ya no basta
En el ámbito educativo, se prevé formar nuevos docentes y reforzar el catalán en las aulas, pero no se aborda directamente la erosión del catalán como lengua vehicular. La judicialización de la inmersión queda fuera del foco, y eso debilita la estrategia. Sin una defensa clara del modelo lingüístico, el uso educativo del catalán puede seguir retrocediendo. En resumen, no se mojan con esta cuestión. En cuanto al ámbito judicial, la situación es igualmente crítica: el catalán solo se utiliza en un 7% de las sentencias. El Pacto incluye acciones formativas, pero evita proponer requisitos lingüísticos obligatorios. Esto hace que el derecho a ser atendido en catalán dependa, a menudo y únicamente, de la insistencia de cada ciudadano. En el ámbito digital, también se prevé incentivar la presencia del catalán en plataformas y redes, pero sin mecanismos concretos para garantizarla. Sin regulación, las buenas intenciones tienen poco efecto frente a gigantes como Netflix o YouTube. Donde el Pacto acierta más es en el tratamiento de la inmigración: reconoce el catalán como lengua de acogida y propone recursos para facilitar su aprendizaje y uso real. Aun así, en los barrios con mayor diversidad lingüística, la oferta en catalán suele ser escasa o ineficiente, y el uso social sigue siendo bajo. Para revertir esta situación se necesitarían políticas lingüísticas valientes, focalizadas y mucho más concretas.
En el ámbito educativo, se prevé formar nuevos docentes y reforzar el catalán en las aulas, pero no se aborda directamente la erosión del catalán como lengua vehicular
Uno de los puntos débiles del Pacto es que no tiene carácter normativo vinculante. No es una ley, sino un acuerdo de gobierno. Partidos como Junts y la CUP se han desmarcado, alegando falta de ambición y de confrontación con los obstáculos estructurales. Esto también abre interrogantes sobre su aplicación real y sobre qué quedará si cambian las mayorías parlamentarias. Uno de los aspectos más relevantes del Pacto Nacional por la Lengua es su origen participativo: recogió más de 12.000 aportaciones provenientes de ciudadanos, entidades e instituciones de todo el país. Esta cifra no es solo un indicador cuantitativo, sino también una muestra del vínculo emocional y político que mucha gente todavía mantiene con el catalán. Que miles de personas hayan querido dar su opinión demuestra que la lengua sigue siendo una cuestión de país y de futuro compartido. Sin embargo, este amplio consenso también pone sobre la mesa una frustración latente: hace décadas que se elaboran diagnósticos, informes y planes, pero los usos reales del catalán no mejoran… Al contrario, retroceden en muchos ámbitos clave.
Que miles de personas hayan querido dar su opinión demuestra que la lengua sigue siendo una cuestión de país y de futuro compartido
Nos encontramos en un momento crítico en el que la retórica ya no basta. No podemos permitirnos seguir acumulando promesas diluidas ni planes que no se atreven a ser tratados como conflictos políticos reales. Ahora hacen falta medidas concretas, valientes y ejecutables, con capacidad para revertir tendencias adversas y blindar derechos lingüísticos de manera efectiva. Este Pacto puede parecer un paso adelante, pero corre el riesgo de convertirse en una simple tirita sobre una herida abierta que sangra y que cada día es más grande. Y el catalán, como lengua viva y propia, no necesita solo cuidados superficiales: necesita reconstrucción, protección activa y un compromiso político y social que vaya más allá de la buena voluntad. En resumen, el Pacto Nacional por la Lengua es una herramienta de planificación con potencial, pero para que sea realmente transformadora se necesitará una aplicación audaz, con políticas estructurales potentes y un compromiso social decidido y preparado. ¿Puede el PNL ser un punto de inflexión? Sí, pero solo si se convierte en acción real y en exigencia política.