El día que Carla Simón ganó el Oso de Oro en la Berlinale con Alcarràs, el cine catalán fue visto por todo el mundo. Ya había puesto los cimientos del éxito con Estiu 1993, también explorando su propia biografía y sus raíces. Ahora cierra esta trilogía familiar con Romería, la cinta con que ha irrumpido en Cannes y con la que podría ganar su primera Palma de Oro. La película, que explora el universo de la juventud de sus padres, se estrenó este miércoles en el Grand Théâtre Lumière y arrancó el aplauso de buena parte del público asistente, un griterío que duró 10 minutos y que podría volver a encumbrar a la directora.
Romería se sirve del dietario de su madre biológica para reconstruir la vida de la familia paterna de Galicia, en una nueva exploración de sus raíces. Es por eso que es un filme "con muchos más riesgos", que quiere recordar a una generación —la de sus padres— educada en una sociedad reprimida y conservadora que "rompió con todo". "Quería hablar evitando tanto el juicio como el romanticismo", confesó, en una entrevista con la ACN. Cerrar la trilogía ha sido "muy liberador", aunque reconoce la frustración por haberse dado cuenta de "que es muy difícil" reconstruir su memoria familiar.
Sida, heroína y la fragmentación de la memoria de toda una generación
La fragmentación de la memoria de toda una generación, los secretos familiares escondidos, el consumo de heroína o el estigma del sida tiñen un legado que, según la directora, es parte de la historia de varias generaciones que creía conveniente revisitar. Lo hace a través de un alter ego suyo, Marina —interpretada por la debutante Llúcia García—, una niña adoptada desde pequeña que viaja a Vigo para conocer a la familia de su padre biológico. A través de los encuentros con sus tíos, tíos, primos y abuelos, la joven intentará reconstruir el relato de sus padres. "Yo, cuando tenía su edad, conocí parte de la familia de mi padre biológico que no conocía, pero después a Galicia fui más tarde, o sea, que realmente el viaje nunca pasó como se explica en la película", dice. Y añade: "Pero sí que es verdad que hay una pizca de la esencia de Llúcia y del personaje que sí que creo que tiene mucho que ver con mi manera de ver el mundo y de relacionarme".
Simón encontró a la actriz adecuada después de más de ocho meses de búsqueda. "Dedicamos como ocho o nueve meses y ella apareció al final. La encontramos en la calle. Venía de una excursión y bajaba de un autobús con la mochila". Y otro debutante es Mitch, Nuno en la película, un primo de la Marina y quien mejor la acepta en esta desconocida familia paterna, formada por algunos actores profesionales como Tristán Ulloa, Myriam Gallego, Sara Casasnovas y José Ángel Egido. De hecho, Llúcia y Mitch hacen un doble papel, de Marina y Nuno en el presente, y de los padres de Carla Simón en los años 80 —una época en la cual la droga corría por Vigo como por muchas otras ciudades de España. "Para mí supuso un reto más importante el papel de hacer de madre", reconoce la protagonista, mientras que el actor cree que el papel más contemporáneo "lo había dejado atrás" y, paradójicamente, el del padre era "más próximo" a su vida actual.
Los padres de la cineasta murieron de sida, un tema recurrente en varias películas de Cannes. "De vez en cuando se recupera y yo creo que es precisamente porque ha habido una especie de tabú que no ha dejado que habláramos de una manera abierta, también por el dolor que ha causado", dice. También agrega que a muchas familias, como pasa con la de la película, "les ha costado mucho gestionar estas pérdidas que tienen que ver con la heroína y con el sida, por todo lo que significa".